Un blog independiente por opinión, irreverente y apasionado, realista y soñador,
escrito por Arturo Castelán,
Fundador de Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video

martes, 13 de julio de 2010

ZOO DE ROBINSON DOVER


El 2 de junio del 2005 fue arrojado un hombre moribundo a la entrada de una pequeña clínica de emergencias en un pueblo de Washington. La cámara del hospital pudo tomar las placas del auto en que llegó este hombre y el mismo pertenecía a una granja ecuestre, en la que fueron encontrados varios videos de hombres teniendo sexo con sementales arábigos. Poco después las autoridades determinaron que el hombre murió por una perforación en el colon tras ser penetrado por un caballo y que los hombres que le llevaron eran parte de un club zoofílico formada a través de la Internet. No hubo delito que perseguir, pues en Washington, la actividad sexual con animales no es un delito.

Con esa nota arranca Zoo, el documental de Robinson Dover, un filme que recupera para sí y en su totalidad el sentido del adjetivo “impactante”. La historia es un golpe. Y el tratamiento que el director realiza para contarla es la de una conmocionante “objetividad” (utilizando este término de la manera más estrecha que se le puede dar en un documental): su base es una serie de entrevistas grabadas con los policías inmiscuidos en el caso y miembros de la comunidad zoofílica a la que pertenecía Mr. Hands, el hombre muerto. Dos de sus voces aparecen en el filme, pues han deseado guardar el anonimato. Dos entrevistados más son un especialista en caballos que ha tratado de proteger a los animales envueltos en el escándalo, así como el cuidador del rancho.

El filme contiene la fotografía en angulares más hermosa, dramática y estilizadísima realizada para un documental mucho tiempo (realizada en súper 16 mm) basada en contraluces y contrastes luminosos como manchones a una oscuridad ominosa y envolvente, puesta de manera contemplativa a una naturaleza espectacular en convivencia aparentemente pacífica con los humanos. Y subrayo lo de “aparentemente” pues todos sabemos que bajo cualquier paisaje bucólico subyace la posibilidad del conflicto, el terror y la muerte como en los bellísimos cuan macabros jardínes soleados de David Lynch. O como aquí, en Zoo.

En el circuito de los festivales, la resolución visual de este filme ha puesto en conflicto su categorización: el director niega que éste sea un docudrama, pero esa ha sido la solución visual que ha propuesto para ilustrar un tema resbaladizo en el que se maneja con una gran solvencia.

En el largometraje de ficción Equus de Sidney Pollack, la ausencia de Dios lleva a un chico a formar su propia religion alrededor de un caballo. En el documental Grizzly Man de Werner Herzog, un hombre reta a la naturaleza animal con consecuencias mortales. Aquí estamos lejos de esas posibilidades de poesía narrativa o el delirio magnificente pues Dover nos en su filme, un juego que busca ser astuto y bizarro.

En Zoo (el apócope que se han dado este grupo de zoofílicos para autodenominarse), esta parafilia es el pretexto escabroso urgado sin limitaciones en el área de la narración auditiva y envuelto por un diseño sonoro con música incidental experimental de tintes macabros, que logra preñar la imaginación de los espectadores con todo tipo de posibilidades e imágenes mentales que nunca se habrán de comparar a los atisbos mostrados en un video que la policía les obliga a ver a los dueños del caballo protagonista del incidente.

Sin embargo, para Dover, el conflicto de Zoo no es el de la zoofilia y su enfrentamiento social, sino la historia de un grupo marginado entre los marginados en el cual busca una respuesta que dé una explicación a los hechos. Es evidente que para Dover, todo lo humano le es inmanente y para demostrar su teoría ante la audiencia ha buscado mostrarnos en su filme: “un estilo de paraíso al que estos hombres llegaban y se sentían libres, seguros. Un paraíso que perdieron después de la muerte de este hombre. La soledad que les ha generado este hecho. Y no sólo trata sobre la camaradería humana, sino sobre el buscar y encontrar una relación significativa con un animal. Es algo delicado de tratar. O quizá no lo sea tanto”.

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