Un blog independiente por opinión, irreverente y apasionado, realista y soñador,
escrito por Arturo Castelán,
Fundador de Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video

martes, 6 de julio de 2010

LA EDAD DEL DESEO o las edades interesantes



El Fotogramas español se preguntaba por qué la gente insiste en comparar Cheri/ La edad del deseo con “Relaciones peligrosas” –aunque aquí en México insista el distribuidor en compararla de manera futil con “La edad de la inocencia”. Las razones saltan a la vista: el director Stephen Frears, el guionista Christopher Hampton y la actriz Michelle Pfeiffer se reúnen para trabajar de nuevo en un filme de época que ocurre en Francia con un punto de vista irónico más propio de los realizadores británicos que de los autores franceses que adapta –Choderlos de Laclos en el caso de Las relaciones peligrosas y Colette en el caso de Cheri.

Una cortesana de edad interesante, Lea, se ha dedicado a maleducar sentimental y sexualmente a Cheri, el hijo de una amiga suya también del oficio, que un día le encuentra matrimonio conveniente. En ese momento ambos descubren estar enamorados, buscan negarlo, y se dan cuenta de las deformaciones sentimentales a las que se encuentran adheridos –y sin posible escapatoria.



Si bien en “Las relaciones peligrosas”, gran parte del triunfo del guión consistía en desentrañar la elaboradísima y triunfante estructura epistolar de esa novela licenciosa y una dirección firme por parte de Frears -quien se revelaba como un director de amplia perspectiva que anteriormente sólo se dedicaba a dirigir filmes de contenido social (entre ellas dos famosas cintas de contenido gay) sobre clase trabajadoras británicas-, en “Cheri”, Frears recurre a una ironía camp que caricaturiza y degrada las sutilezas que palpaba y daba a luz Colette sobre sus personajes, los que en ese momento (a principios de siglo) adquirían voz propia: cortesanas, prostitutas, gigolós, pero ante todo adolescentes sentimentales –de la edad que fueran- y (en palabras de Anaïs Nin) espías en la casa del amor.



Hampton (también director y guionista de Carrington, por ejemplo) ha tomado en su totalidad el libro de “Cheri” y el final de su segunda parte “El final de Cheri”, para construir un guión acedo con voz en off masculina –con lo que al menos admite su imposibilidad de entender a los personajes femeninos- que es mitad caricatura, mitad romance sofisticado sobre la imposibilidad de entender las afinidades electivas; Kathy Bates instalada en Shelley Winters como exputa respetuosa es un miscast irresponsable que sólo su solvencia actoral lo hace algo más que digerible; como Cheri, Rupert Friend (el soberbio y guapo actor de La reina virgen) hace un buen trabajo en un papel hecho para Louis Garrel, un objeto sexual femenino con cuerpo de hombre, pero le falta adolescencia –en todo el sentido de la palabra.



Pero en el caso de Michelle Pfeiffer, hay mucho de qué hablar: al igual que en “La edad de la inocencia”, sigue sin caminar como mujer de época (lo que nos hace ver que a su edad, sigue sin leer las críticas) y sus modales son de un amaneramiento drag queen tan detestable como su “mooooo-do de ha-blaa-ar” que no es chucha ni limonada, o su modo de pronunciar el nombre del protagonista; sin embargo su verdad física, una belleza adocenada en la que las arrugas empiezan a crear unos surcos extraordinarios de vida que hacen a su Léa un personaje imposible de perder; y por otro lado, su extraordinaria capacidad histriónica -que a veces la convierte un felino depredador de crueldad revertible- es inapelable y logra engancharnos, sobre todo en su inmovilidad: una máscara de dolor, indecisión y belleza fallida a la vez.

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