miércoles, 21 de julio de 2010
VERTIGE y el Terror Galo
Siempre ha existido una tradición del cine francés dedicada al lado oscuro del alma, a la búsqueda del arte en la consecución del mal. Chabrol le diría La Flor del Mal. Películas en las que el crimen, el asesinato, el chantaje, la manipulación y el odio triunfan sobre las intenciones de quien se ponga enfrente. Uno de los maestros fue Henri Georges Clouzot, quien con El Salario del Miedo y Las Diabólicas, le dio clases al mismísimo Hitchcock sobre como perturbar y hacer sufrir a los espectadores al estado límite del paroxismo del terror.
Y si bien en Hollywood, Hitchcock impuso las reglas de exhibición que Clouzot creó en Francia para sus propios filmes (impedir la entrada del público después de iniciada la proyección, pedirles en carteles a la audiencia que no revele el final, etc), era de esperarse que los galos (tanto franceses como belgas) algún día dejaran de ser respetuosos con las reglas del género (encabezados por el soberbio clasicista y ya mencionado Chabrol) y que retomaran algunos aspectos sobre el mal de acuerdo a la cinematografía norteamericana –específicamente la vertiente gore- para darle una vuelta y un giro enloquecido.
En los últimos diez años, tanto “En la profundidad del bosque” de Lionel Delplanque y “Haute tension” de Alexandre Ajá (el mismo que este año nos traerá a las “Pirañas 3-D”), retomaron la idea del asesino serial encerrando a sus víctimas en una casa de campo, estilizando a través de una fotografía preciosista el ambiente enfermizo y horripilante de la “Masacre en Texas” de Hopper o “Terror Ciego/ See no evil” de Fleischer (de hecho, Cécile de France, la protagonista de “Haute tension” se parece mucho a Mia Farrow, prota de la peli antes mencionada), dándole también un re-juego lésbico tan insultante como efectivo: era como jugar a Bajos Instintos (de Verhoeven) pero más gore y más salvaje, con una ezquizofrénica hardcore. En el caso de “La frontera del miedo (Frontier(s))” de Xavier Gens y “Calvario” de Fabrice duWelz, el baño de sangre a lo Craven, hundía, revivía y volvía a asfixiar a protagonistas y espectadores miles, convirtiéndose la primera en una de las películas francesas de terror con más taquilla internacional.
Le seguirían “Instinto siniestro/A l´interiour” de Bustillo & Maury con Beatrice “Betty Blue” Dalle, una versión salvaje de las películas femeninas de Bergman (El silencio, Persona, Gritos y susurros con todos y sus fades a rojo) con tintes de “El bebé de Rosemary” de Polanski, tijeras clavadas en vientres femeninos, fetos en estado de desolación y litros de hemoglobina; “Peur(s) du noir” de Blutch, Burns, Caillou, Sciullo, Mattoti y McGuire es una serie de cuentos animados por dioses del diseño francés, a cual el más retorcido: desde animales creciendo en el interior de las heridas de la gente hasta perros entrenados para violar y matar jóvenes pobres; los ecos de “…Rosemary” y “Venecia: Rojo Shocking/ Don´t Look Now” de Roeg se fundirían en “Vinyan” de DuWelz que reencuentra a una madre obsesionada en hallar a su hija con unos seres aterradores dispuestos a adoptarla; y un fenómeno ganador del Festival de Horror de Sitges llamado “Mártires/ Martyrs” de Pascal Laugier, se nos mostró como una desbocada incursión a la hiperviolencia encontrando a través de la sangre, y el sadismo una trascendencia que nos lanza a una nueva mitología, la adoración y el culto a un estado que va más allá del dolor –casi lo que pretendía Sade: tocar el cielo trasgrediendo la perversión.
Todos estos filmes y “Vertige” de Abel Ferry tienen en común la revisión meticulosa a los filmes americanos de horror, su deconstrucción y una reinterpretación tan suntuosa como devastadora y trágica que pulsa los botones rojos de cada película americana para darles un más allá en las áreas de la estética del salvajismo gore.
En el caso de "Vertige", su prodigiosa cámara nos tiene en vilo desde las alturas en la que un grupo de temerarios alpinistas deciden llevarnos y dejarnos sin posibilidad de escapatoria en un área dominada por un asesino serial que ha sembrado trampas mortales en las que irán cayendo uno a uno todos los protagonistas antes de enfrentarse a un ser de crueldad extrema. En efecto, la trama es idéntica a la otra maravilla de la tortura porno estrenada hace unos meses llamada "El coleccionista/ The collector" (de Marcus Dunstan, uno de los padres de la exitosísima y aterradora SAW). La diferencia es que los franceses no se andan con sicología basura, presentación de personajes anodina y demás Syd Field: Malegue logra nuestra identificación con los personajes a través de los sentidos: la agorafobia, el vértigo, el dolor, la sorpresa, el horror a lo desconocido, a la locura y a la vorágine del miedo.
Cine de género y de sensaciones sofocantes altamente recomendable -para los no cardíacos- que cuenta entre sus protagonistas a un sexy Johan Libéreau, una de las estrellas juveniles del cine francés que debutó en "Duchas frías" de Cordier y luego trabajó con el maestro André Techiné, en "Los Testigos/Les témoins".
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Provoca ver las cintas.
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