Un blog independiente por opinión, irreverente y apasionado, realista y soñador,
escrito por Arturo Castelán,
Fundador de Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video

martes, 6 de julio de 2010

“Yo no hago películas de mujeres. Hago películas de Chantal Akerman"



“Yo no hago películas de mujeres. Hago películas de Chantal Akerman”, es la forma en la que define este enorme directora belga a un cuerpo de trabajo brillante que ha dado para múltiples ensayos y cuestionamientos respecto a la representación de las mujeres en el lugar y el espacio de un plano fílmico y sin embargo sus filmes no pueden reducirse a un etiqueta: están más allá del feminismo (movimiento que las ha asumido y hecho propias), el estructuralismo o el minimalismo con el que una mirada sesgada podría asumirlos. Es la visión íntima, propia, original y lúcida de su obra la que acaba por hacer postulados teóricos fílmicos y políticos, que no al revés, como lo asumen muchas películas en la actualidad.

“La felicidad empieza con pensar en uno mismo y cómo mejorar”. Poco conocida en México donde sus filmes sólo se han exhibido dentro de festivales y muestras de cine en femenino, Chantal Akerman es hija de la Nueva Ola francesa –jamás ha ocultado que el filme “Pierrot le fou” de Godard la arrojó a tomar una cámara para contar y hacer palpable en cine sus ideas y sus vivencias- y en múltiples entrevistas ha sincerado su forma de hacer cine con esta afirmación: “La preocupación central de mis filmes es la resolución cinemática de mi vida emocional”.

En “La-Bas/ Down There” nos plantea sus ideas y sus dudas respecto a ser judía desarraigada, el vivir independiente y sola, las mujeres de su familia, la suerte, la poesía. “A veces me daba miedo. Me hablaba como si yo ya fuera adulta” dice la directora mientras musita respecto al suicidio, su familia y su tía Ruth que le regaló sus primeros libros. Y así cualquier relato en este video diario habrá de provenir del exterior, del momento en el que Akerman se sienta a leer el diario de su abuela y recordar lo que ha escrito en su cuaderno de notas perdido –como desconectada, flotando en la penumbra del cuarto- y mientras, la mirada de su cámara se posará frente a una ventana en el interior de su departamento para mirar el devenir -flotante también- de las personas que viven en un edificio frente al de ella en “Tel Aviv, allá abajo, donde hace tanto calor”. Un lugar en el que la directora no quería filmar sin comprometerse políticamente, pero como veremos en el filme, es imposible no cargar de sentido una frase ni una imagen.



Y entonces la mirada del espectador rechazará la visión de que ocurre nada, luego empezará a relatar una historia a partir del registro visual, finalmente habrá de rechazar cualquier posibilidad narrativa para dejar fluir ante sí la imagen y concentrarse entonces en los laberintos del recuerdo de la directora, sacudidos por una imagen imprecisa, germen de esta bellísima obra experimental que por momentos nos recuerda el arte cinematográfico de Marguerite Duras –forzando fronteras en el paisaje contenido por los bordes de la pantalla, su voz sin conexiones aparentes, con un intrigante y ambiguo desapego, casi oriental-, o incluso el de Andy Warhol –sólo que aquí el Empire es una vivienda humilde y la voz no proviene de una rica heredera neoyorquina, sino de una artista francesa que configura una y otra vez el arte de mirar. “A veces me daba miedo. Me hablaba como si yo ya fuera adulta” dice la audiencia mientras musita respecto a la imagen que mira y en particular el modo en que ésta le provoca que su interior se desborde en pensamientos e ideas. La labor del arte.

“No. Hoy debo trabajar” responde a cada llamada telefónica que recibe. Revisa papeles, escribe en la computadora. La imagen sigue siendo capturada en video. La vida sigue ocurriendo mientras se registra, siendo observada o no. A veces la cámara llega a parecer invisible: “Todo depende de la perspectiva. ¿Pero la perspectiva de quién?” dice una Akerman vulnerable al relatar una anécdota, mientras la imagen nos interroga del mismo modo. ¿Qué estamos viendo dentro de ese largo plano mientras imaginamos lo que nos cuenta? El filme permanece ambiguo, silencioso, pero dejándose escuchar con fuerza dentro de nosotros, cosa nada común en el cine contemporáneo. ¿Cómo un filme tan sencillo y estático puede decir tanto? Eso sólo lo responde la experiencia de hacerse acompañar de este filme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario