martes, 13 de julio de 2010
BOARDING GATE DE OLIVIER ASSAYAS
Dos hechos específicos, en los años cincuenta. Primero, la aparición de un movimiento cinematográfico que libera al medio de sus corsés literarios. Este es llevado a cabo por cinéfllos y críticos que se nutrieron, encontraron y ponderaron en las imágenes del cine hollywoodense, la presencia de un autor escondido tras la figura de un director bajo contrato por los grandes estudios. Todos sus descubrimentos (Alfred Hitchcock, George Cuckor, Michael Curtiz, John Ford, etc.) fueron registrados en artículos y entrevistas de su propia publicación, la aún vigente Cahiers du Cinema.
Segundo, el surgimiento de una industria en Hollywood, paralela a la de los grandes estudios que siguiendo sus lineamientos -con fines puramente económicos-, pero con presupuestos reducidos y equipos de cualidad cuestionable, lleva a cabo la realización de filmes de género que habrán de ser catalogados como Serie B. Industria que permite la absorción del conocimiento técnico a futuros genios (Francis Ford Coppola, Brian De Palma, David Cronenberg) y cuyas vetas brillantes habrán de ser descubiertas por el mismo Cahiers du cinema y posteriormente revalorada hasta el saqueo y el pastiche por figuras como Quentin Tarantino, Robert Rodríguez y los sospechosos comunes.
Y en el medio, época actual, Olivier Assayas y su filme Boarding Gate. La confluencia de ese par de estilos que pueden ser tan similares entre sí. Assayas arranca de manera casi simultánea su carrera como crítico de los Cahiers y cineasta en los 80. Amante de los géneros cinematográficos, busca retratar en ellos, mediante su realización –carente del cinismo de la posmodernidad americana- los rasgos de humanidad que le han interesado a los cineastas franceses desde sus inicios.
Su forma de filmar puede definirse a través de sus decisiones éticas y estéticas, como de un modo sencillo, que no lo es tanto en la práctica, y que depende totalmente de la orquestación magistral del director en su elección correcta de un pequeño equipo de filmación, actores, locaciones, movimiento de cámara y luces; una gran solidez en las estructuras de guión (en este caso un filme de género que requiere ser redondo); y el dominio de las puestas en cámara y escena (iluminadas a 360 grados y con gran confianza en el trabajo actoral), para entonces, dar entrada al elemento mágico de la improvisación (siempre dirigida a un resultado específico) en este campo minado de acotaciones.
Assayas comenta respecto a éste, su nuevo paseo por el thriller, rodado en 28 días tanto en París como en Hong Kong: “Intento que mi película no sea un homenaje, sino un genuino filme de género, rodado en sus mismas condiciones… Una película de género rodada con un pequeño presupuesto debe tener las siguientes características: energía, estilo y, espero, su equivalencia visual”.
En la trama, Sandra (Asia Argento), una cachonda exprostituta, regresa a París para buscar a su antiguo amante (el ya icónico Michael Madsen) con quien prepara un futuro brillante entre el estira y afloja que les crea el deseo que ella tiene por vivir en Beijing y la obsesión de este hombre por recuperarla. Mientras tanto, ella trabaja en una empresa dirigida por asiáticos, que ella usa como fachada para traficar con drogas junto con su amante Lester (un soberbio y fascinante Tony Leung). Las decisiones que Sandra tome y el lugar al que los vértices de este triángulo pasional la lleven incluirán una balacera espectacular y algo de abyección sexual llevada al límite.
“Creo que lo que importa es estar en contacto con lo más interesante de la cultura fílmica actual. Esto deriva de encontrar la lógica de cómo hacer películas fuera de la industria fílmica, sin perder el contacto con la audiencia”. Cine de cinéfilos, el mejor y más apasionado, aquel que retoma su diseño original –un arte popular-, que no se divorcia de su público, y que busca sin complacencias y a través de la inteligencia emocional, el llevarnos a un estimulante y transparente viaje por una anécdota que funciona elegante y precisa, como un reloj, al mejor estilo hitchcockiano.
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