sábado, 4 de septiembre de 2010
XXX VILLAURRUTIA: 100 AÑOS
“Cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo”…Un chico en Los Angeles, California observa el modo en que otros ligan en las calles, escondiéndose bajo la noche. Una mirada furtiva se escapa, otra más se hace ardorosamente frecuente y de los nervios se pasa al deseo. Encuentros sexuales clandestinos después, el chico decide sentarse a escribir sus vivencias, cuestionándose si deberá firmarlo con su nombre. Después de todo, ya es un poeta reconocido y aunque pertenece a la vanguardia artística de México en el teatro, la homofobia –que entre los 20s y los 50s aún no tenía nombre- corroyendo las entrañas de una sociedad mexicana con cerradísimos valores sociales, no le permite entre otras cosas hablar sobre los jóvenes homosexuales de la urbe, ni de su relación amorosa con su protector Agustín Lazo. Y sin embargo lo firma. Este chico es Xavier Villaurrutia. Nació en México hace 100 años. Y su poema se llama “Nocturno de Los Angeles”.
El erotismo es el tema que lo habrá de obsesionar y explorará –experimentando con todas las formas que proponía la vanguardia de su tiempo- los temas del amor, el secreto y el tiempo en una forma que se consideraba rebelde para su tiempo: su obra carecía de sentimiento nacionalista a ultranza, que era la estética oficial del momento.
Todo cambiaba a fines de los 20s mexicanos: las mujeres y los hombres se emancipaban, los gays iniciaban una revuelta moral –que no activista- posicionados en el arte mexicano, y sin embargo la homofobia introyectada hacía presa de los autores: hay un sentimiento de culpa difícil de disipar en sus mejores obras y la sublimación de la misma ha sido el germen creador de muchas de las mejores obras escritas en nuestro país.
Independiente al gobierno revolucionario y unido a compañeros de la época –como el abiertamente y vilipendiado gay Salvador Novo- Xavier Villaurrutia le regresa al teatro mexicano la universalidad: las obras de teatro que escribe se circunscriben al mundo, no al pueblito charro que idolatra y abandera el Partido Revolucionario Mexicano. Sus hombres teatrales están emasculados y dolidísimos, regresan del fracaso o se sienten chupados hacia él. Además giran alrededor de mujeres fuertes y sensuales, que se esconden y logran sus objetivos bajo la fragilidad y la servidumbre que en ese momento les concedía la sociedad mexicana. Villaurrutia era feminista y sus personajes femeninos enfrentan abiertamente el erotismo (como en la obra “¿En qué piensas?”), guardan el lugar ocupado por su hombre (en “El ausente”) y cuestionan el lugar del padre (en “El yerro candente”).
Algunos críticos literarios apuntan que muchos de los personajes femeninos escritos por homosexuales, no son mas que personajes gays bajo un disfraz. Este no es el punto aquí. Sin embargo, en la escritura de Villaurrutia, hay una fantasía compartida de amor y deseo que sobrepasa la experiencia real y permite una lectura queer o hetero a su poesía. “Uno siempre busca en los demás al primer hombre del que una se enamora” podría musitar un joven homosexual dándose cuenta de que su pareja es la suma de todas sus obsesiones y deseos, y de que, como subrayaba Freud –influencia total en la construcción de personajes teatrales y cinematográficos de la época-, uno no es más que todos los fantasmas de nuestra historia personal. Sin embargo esa frase pertenece a uno de los filmes definitorios del cine nacional: “Distinto amanecer”, un thriller emocional de Julio Bracho, y Andrea Palma la declama al hablar de su primer amor, quien en una jornada fatídica ha regresado para pedirle ayuda y escondite –ya que es perseguido por sus creencias políticas. Ella está casada con el mejor amigo de ambos y ese triángulo imposible se narra en las dos horas más intensas y mejor escritas de nuestro cine nacional.
También se ha dicho que el clóset ha sometido la expresión libre de los artistas, pero me parece reconocible que sin esta forma de represión, la frase “Amante que no quiere sino su desamor” jamás habría sido acuñada permitiéndonos reconocer en Villaurrutia esa culpa que sublimada habría de convertirse en una de sus mejores obras: “Nostalgia de la muerte”, en la que la homosexualidad ni siquiera es nombrada pero que con su fuerza silenciosa es capaz de aniquilar los conceptos tradicionales y asfixiantes de la familia tradicional. Algunos intelectuales no hablan de la culpa como motor de esta obra sino de la muerte como el orgasmo (los franceses le llaman “pequeña muerte” al clímax sexual), pero la infinidad de lecturas que se le puede dar a la obra de Villaurrutia no es más que una rúbrica de grandeza.
Unir lo carnal y lo espiritual es uno de los grandes logros del arte en nuestro siglo anterior. Por ello la literatura de Villaurrutia es XXX: porque nos habla de nuestra vivencia erótica actual, de ligues nocturnos, paseos para acechar y sobre bares y hoteles de paso. Y nuestra obligación es acercarnos a lo que más tememos: los labios de ese extraño hombre que nos causa ardor en las entrañas… y la poesía de XXX Villaurrutia con su erótico mordisco.
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