Un blog independiente por opinión, irreverente y apasionado, realista y soñador,
escrito por Arturo Castelán,
Fundador de Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video

sábado, 18 de septiembre de 2010

CINE POPULAR Y PERSPECTIVA GAY



Por increíble que parezca, la estética del cine gay nació a la par del cinematógrafo. "The Gay Brothers (o Los hermanos alegres)" de Dickson fue un cortometraje asignado para realizarse por Thomas Edison en 1895. En éste observamos dos hombres bailando como pareja por el lapso de tiempo que dura el filme. Y esas imágenes serán para siempre un hecho bastante enigmático en la historia del cine mundial, si tomamos en cuenta que el historiador de cine Vito Russo, consigna que en el foro habían mujeres que bien pudieron haber servido de pareja para el par de bailarines.

Ni Edison ni Dickson eran homosexuales (es más, la palabra no se utilizaba en ese entonces más que en ciertos papeles médicos), pero desde entonces y para siempre, esos Brothers fueron y serán Gays.

Si recordamos la historia del cine, otro de los primeros cortos filmados fue aquel de una pareja hetero besándose. Y sería interesarse el cuestionarse si ese fue el momento en el que el destino cinematográfico popular de la homosexualidad, se escribió para siempre. Pues desde entonces apareció en el cine popular, la regla siguiente: La sexualidad de los heteros podrá ser vista de manera masiva. La sexualidad de los homos, no.



Ni siquiera lo fue así con el intento más sonado fue el filme Diferente a los otros de Oswald, realizado por el Comité Científico Humanista en la República de Weimar –en la época más progresista de Alemania- de la que se conserva un pedazo, pues todas las copias fueron mandadas a destruir por los nazis. Y no: ni en los guiones, ni en las imágenes que quedan aparece ninguna demostración física de afecto (a excepción de unas escenas filmadas en un bar gay de la época en la que parejas de hombres aparecen bailando).



Aún con las recientes aportaciones a varias constituciones alrededor del mundo que otorgan el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo (nuestro país incluido), este destino se puede verificar en las más recientes y taquilleras cintas de Hollywood que utilizaron personajes homosexuales como protagonistas: Secreto en la montaña/ Brokeback Mountain de Ang Lee (que de hecho fue un progreso de películas en la que las parejas homosexuales apenas se tocaban como en Filadelfia de Jonathan Demme, la primera cinta hollywoodense en tocar el tema de la homofobia, paradójicamente dirigida por un director señalado como transfóbico por su filme El silencio de los inocentes). Sí, aquí los protagonistas pueden mostrar su afecto físicamente, pero ni de cerca como lo pueden hacer otros filmes románticos con parejas heterosexuales.



Hollywood se maneja con el estándar del dinero y ha sido fácilmente rebasado por la televisión de paga en cuanto a su manejo de situaciones homosexuales, por no hablar de la persistencia del clóset por parte de sus estrellas (en el reciente caso de Zachary Quinto), los prejuicios religiosos aún existentes (como el que le impidió a Mark Wahlberg aceptar el papel de la mencionada Brokeback Mountain –paradójicamente muy ducho para encuerarse en conciertos y para esa marca amada por los gays, Calvin Klein), o el terror de los distribuidores mundiales (excepto en Francia) ante las propuestas inteligentes y desbocadas de actores como Jim Carrey o Ewan McGregor en excelentes filmes como I love you Philip Morris, en donde la sexualidad, la cultura gay, sus prodigios y malestares, son vistos con audacia y sagacidad.



Volviendo a la cuestión historicista, de la que sólo abordaremos en este artículo algunas perspectivas, allá por los treinta y hasta los sesenta, los homosexuales se mostraron en el cine popular como seres cómicos de características afeminadas, simpáticas, patéticas y/o risibles. Véase The gay deceiver con Cary Grant o Una Eva y dos Adanes del maestro Wilder- película que sin embargo propuso el final más emancipado, atrevido e insuperable respecto a cualquier filme que juega con las temáticas de género y orientación sexual, y que está catalogado como uno de los mejores diez filmes en el mundo.



Y si no era así, la otra cara de la moneda para los personajes lgbt de entonces era aparecer como maniáticos suicidas, por ejemplo el personaje de la maestra closetera Shirley MacLaine que es descubierta de la manera más viciosa en La mentira infame del maestro William Wylero o como decadentes amorales –y eso desde la muda La caja de Pandora de Pabst. Mas estos moldes fueron cambiando debido a dos factores: uno, la (quezque) desaparición de la censura y dos, la taquilla.




Y es por ello que en nuestro cine contemporáneo nos enfrentamos a estereotipos refinados o, podríamos decir que a la misma gata nomás que revolcada, porque hoy ya podemos ver homosexuales en la pantalla popular siempre y cuando sean seres sin vida sexual visible (como en cualquier comedia juvenil americana o mexicana) o hermosos maniáticos asesinos (si creyeron que "Bajos Instintos" de Verhoeven había sido rebasada, es porque quizá se perdieron la retorcida “Chloe” de Atom Egoyan).




Pero persiguiendo de nuevo a la historia ¿qué es lo que hacían los homosexuales de Hollywood en el clóset de esa época, aparte de morir haciéndole el sexo oral a sus chóferes como FW Murnau o Fatty Arbuckle? ¿O asesinados como Ramón Novarro? ¿Golpeados como Montgomery Clift? ¿Eclipsados como Haines, Dorothy Arzner o James Whale? Pues dirigir melodramas y musicales maravillosos que crearon una estética imborrable y pusieron en el trono a las divas inigualables del gran cine industrial. Dos casos: George Cuckor, consentido de los estudios y la Academia por su magnífica labor como director de mujeres, aunque fácilmente denostable por cualquier exgay/neomacho Clark Gable que pidió lo corrieran como director de Lo que el viento se llevó pues Cuckor le conocía de ciertos lugares. Y por otra parte, Vincent Minelli, director estrella de clóset casado con Judy Garland y padre de Liza, que hacía las más exquisitas piezas musicales.





Ya después, cuando las cuestiones económicas lo permitieron y cualquier persona pudo comprarse su Súper 8, el cine experimental de y para homos y lesbianas nació de forma estridente, a la sombra del movimiento de liberación gay. El cine gay desde entonces ha buscado mostrar la sexualidad en su gama diversa -ya sea política, estética o cultural. Y de ese momento podríamos mencionar a Andy Warhol y la recuperación del cuerpo desnudo masculino y las identidades transgenéricas para sus filmes que lograron borrar los límites de lo que se debía mostrar en una pantalla de cine: arrancaron presentándose en cines porno para después tomar los cines de arte neoyorquinos y del mundo. De ahí nace una nueva generación de cineastas y el interés de las viejas generaciones en acercarse a estos tratamientos de maneras virtuosas como en el retrato de closets perturbados en Buscando al Señor Goodbar de Richard Brooks, y en otras formas más cuestionadas como Ricas y famosas en la que George Cuckor –de acuerdo a la crítica Pauline Kael- vierte sus obsesiones homosexuales en Ricas y Famosas.





Pero también hubo hitos en la exhibición de filmes gays/lésbicos en la Ciudad de México: Una Eva y dos Adanes pasó sin censura a pesar de la Boma de su final; mientras que Reflejos en tus ojos dorados de John Huston sólo logró exhibirse un fin de semana en el cine Variedades; cortado fue el beso homosexual de Christopher Reeve y Michael Caine en Trampa mortal (misma que han repetido teatralmente en versión sospechosamente clóset Juan Ferrara y Colunga, aquí en México); Su otro amor de Arthur Hiller –filme exclusivo entonces de Organización Ramírez- fue un fracaso, pues era un drama serio derivado de Love Story (del mismo director); Cruising de Friedkin no sólo aterró y levantó en contra a los activistas gay americanos, sino que paralizó a los distribuidores nacionales de Cotsa, con todo y estreno en el cine Diana; y ambos filmes estuvieron muy alejados a los exitazos retrógrados (tanto críticos como solidarios de la estructura heterosexual) de los filmes La Jaula de las Locas o Una historia diferente (mismas que duraron años en el cine Paseo).





Después vendrían Víctor Victoria de Blake Edwards (remake de un filme alemán no tan bueno) en el cine María Isabel; Maurice de Ivory y Jóvenes Corazones Gay que duraban meses en el cine Paseo -ambos cines situados sobre el Paseo de la Reforma con sus elegantes pisos de adoquín; por no hablar de filmes arriesgados y carnales que hubieron de estrenarse en el Centro Histórico ya emancipado con cines como el Savoy, Teresa y otras salas del circuito porno-soft nacional: La ley del deseo de Almodóvar y nuestra Doña Herlinda y su hijo de Hermosillo. El SIDA tendría poco después su primer filme, eternizado en el cine Elektra: Juntos para siempre de Norman René. Y en este cine (ahora Lumiere Reforma) nacería como tal en 1997, el festival más antiguo de cine en el Distrito Federal, Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video.

Mas aún queda el preguntarse, ¿a qué le llamamos cine gay? ¿Al dirigido por gays? Sí es así, todas las películas de Van Sant lo serían con todo y sus protagonistas heteros. Y por lo tanto, "Secreto en la montaña" no lo sería porque la escribe, dirige y actúa un heterosexual. Si el cine gay es aquel que presenta personajes gays, entonces los mexicanos no tenemos porque quejarnos de su ausencia: todas las películas del Güero Castro serían gays (con todo y Sasha Montenegro en el reparto).

Conclusión: hablar de cine gay es hablar de lo que uno quiere ver como cine gay. Todo está en la perspectiva.






Y basándonos en ello, en el cine gay mexicano hay de joyas a joyas: ningun cinéfilo gay podrá morir tranquilo sin haber visto antes "Aventurera", "Tres mujeres en la hoguera" y las del Indio Fernández por su potencial camp (o estética gay desbordada e irónica). "A toda máquina" y "El gavilán pollero" son para aquellos a quienes les gustan los gays muy machos. Y para los cinéfilos más allá del bien y del mal, no hay nada como comprobar las fronteras invisibles que existen entre el machismo y la homosexualidad en "El lugar sin límites" de Ripstein o las “Dulces compañías” de Oscar Blancarte; los nuevos personajes gay de Julián Hernández, Roberto Fiesco, Leopoldo Laborde, Rubén Imaz, Alan Coton; y las bisexualidades muy, pero muy macabras de "El imperio de los malditos", “Shibari” y otras más de Cristian González, o los documentales “1973” de Antonino Isordia o “Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo” de Yulene Izaizola, por no hablar de la nueva exploración transexual al mito fílmico de “Alucarda” que propone Ulises Guzmán en su próximo “Retrato de un vampiro”.

Pero hablaremos más del cine mexicano gay, del cine trans, del cine lésbico, sus personajes, directores e historias en otros artículos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario