Una de las razones por las que Andy Warhol se volvió famoso, fue por saberle medir el pulso a la sociedad consumista americana en que vivía. Fascinado por la cultura popular y llevándola a los extremos del gran arte (Ni Marilyn Monroe, travestis como Candy Darling, la orina de Warhol, ni una Sopa Campbells llegaron a imaginarse que su imagen habría de formar parte de las colecciones de los Museos más importantes del mundo), su vida era un constante experimento sociológico.
Primero pintando y haciendo películas en todos los formatos existentes, volvió abstracto lo concreto. Grandes películas (en su extensión), que son chistes de Warhol (a gran escala), fabulosos, elegantes y hermosos, son ahora motivo de fanatismo desmedido. Entre ellas se encuentran "Sleep" en las que un fulano se la pasa dormido por horas; "Couch", en las que un sillón es protagonista y escenografía de todos sus amigos y conocidos; "Empire", una oda al falocentrismo: decenas de horas de una cámara observando el Empire State; "Chelsea Girls", amigas de ambos sexos gastándose rollos de cine a color y blanco y negro. Warhol las pensó como escenografías de sus fiestas, pero ahora hay quien aguanta horas sentado viéndolas.
Amigo de artistas, millonarios, donadies fabulosos, estrellas a la baja, travestis, prostitutos y demás fauna propositiva, vivía encerrado en sus pensamientos, fingiendo extroversión pues era de naturaleza tímida y tacaña, prejuicioso, católico recalcitrante y fascinado ante el lujo o el modo en que la gente hacía dinero. Sus diarios con una bomba molotov (publicados por Anagrama y en los que podemos leer joyitas de una pésima traducción a términos gays en los que confunden los "baños de vapor" en los que todo Nueva York tenía sexo, con un bar llamado "Baths"; y eso por no hablar de que -según este traductor- a Andy le fascinaban los modelos con grandes "macetas", en vez de con grandes "paquetes", que sería una traducción al coloquial término "basket" utilizado en EUA para denominar el bulto de la entrepierna masculina).
Nadie sale ileso de sus comentarios y todos los secretos son revelados en sus diarios. Es especialmente interesante, las revelaciones que hace de la vida íntima de ciertas estrellas: de Liza Minelli, nos revela que fue amante de Martin Scorsese estando él casdo, además de que salía de un centro de rehabilitación a buscar cocaína al día siguiente, que se casó con un hombre gay esperando cambiarlo y que mostraba sus senos a la menor provocación; de Halston, el creador del estilo de Liza, nos cuenta su obsesión por la perfección y lo que odiaba prestar su departamento pues siempre le robaban la cocaína y le manchaban los sillones de semen; de Bianca Jagger, que adoraba aún a Mick justo cuando él encontró a Jerry Hall, que se dedicaba a buscar magnates con quien casarse y que extrañamente decidió volverse activista política a favor de su natal Nicaragua; Miguel Bosé aparece mosqueado en una de sus anotaciones cuando Warhol le dice que uno de sus mejores amigos ha muerto de SIDA; a Blondie le pronostica el fracaso en los 80's por no cambiarse de look; se fascina con Duran Duran; entiende todo el potencial de Madonna apenas verla; y relata que el Príncipe gay Thurn und Taxis -casado con Gloria, la princesa TNT- rechazó a Marilyn Monroe cuando le propuso ir a la cama con ella.
Pero si de conocerlo se trata, habla muy poco sobre él: no habla de la muerte de su madre ni de sus ideas frente al catolicismo; odia a los mariquitas sin razón aparente (y siendo uno él mismo) y a los gordos (su obsesión por las dietas es fascinante); trata de conseguir todo gratis de sus amigos, enemigos y discípulos; rechaza encontrarse con viejas amistades (entre ellos el actor/prostituto Joe Dallesandro, su estrella en "Heat"; al chico con el que hizo "My hustler"; Billy Name, el creador del look de la Factory, su cuartel de estrellas, amigos y estudio personal) y menciona un romance platónico fallídisimo con Jon Gould, un ejecutivo de la Paramount, al que le ofrece que vivan juntos aún sin que lo ame o lo toque sexualmente.
"¿Quien es Andy Warhol?" se preguntaba la gente de ese momento. Tanto el escritor Truman Capote, como el dueño del Studio 54 trataron de entenderlo sin lograrlo. Brigid Berlin (la hija de un millonario con problemas de peso que enloquecían más a Andy que a ella), Christopher Makos (fotógrafo de bellezas masculinas), Bob Colaccello (editor de la revista Interview, fundada por Andy) y Paul Morrisey (director de todas las películas de los 70s presentadas por Warhol) entre muchos otros, despegaron sus carreras desde su encuentro con él, pero sólo como satélites. Muchos cínicos creen que esa gran interrogante es contestada en una frase que él creo y que todo mundo repite como perico cambiandola siempre "Famoso durante quince minutos". Pero su muerte en 1987 y su vibrante actualidad (con excepción de Camille Paglia, Ximena Cuevas y Carlos Monsiváis, nadie ha vuelto a tomar el arte pop tan en serio desde su muerte) que ha conducido a exposiciones recientes de su obra (en el Palacio de Bellas Artes de México el año pasado) y redescubrimientos de su cine (el año pasado Jour de Fete Films sacó una nueva versión de "Flesh"), son prueba determinante de que su fama no es moderna, sino clásica -algo que seguramente lo hubiera fascinado.
Las ideas del cine independiente y underground de Warhol han sido retomadas para volverse una industra de la que han surgido los Festivales de Sundance, los videoclips y cintas -en cine y video- de todo tipo, de entre las que incluso podríamos anexar a "El proyecto de la bruja de Blair". Una exploración cinematográfica fallida sobre la Factory llamada "Yo le disparé a Andy Warhol" (presentada en el Festival Mix '98), utilizaba la estética de Warhol para los diálogos que la actriz Lily Taylor lanzaba al público mirando a cámara, y proyectó la carrera de la directora Mary Harron, quien estrenó el año pasado "American Psycho", que puede ser leída como una relectura cómica y oscura de las obsesiones de Warhol; pero actualmente se prepara una cinta sobre Halston, producida por Christine Vachon (la productora de "Los muchachos no lloran") en la que de manera obvia, Warhol llevará un papel importante.
Andy Warhol no murió de la balacera enloquecida a la que lo sometió la lesbiana odiahombres Valerie Solanas en 1968 (solo por curiosidad, entre las lindezas que sugería la Solanas estaba el matar a los hombres; reeducar a los homosexuales -mujeres caídas- para servir a las mujeres; terrorismo a escala guerrilla y gran escala; así como y huelga de labores -de todo tipo, incluyendo la sexual, idea que algunas feministas mexicanas actuales (que seguramente tomaron de una antigua obra teatral griega escrita por un hombre) están proponiendo para que se lleve a cabo en estas fechas, a 30 años de su última reencarnación aberrante. Andy Warhol no murió de la impresión ante el circo social neoyorquino y mundial que le tocó vivir y al que influyó con maestría irónica. Andy Warhol no murió de una sopa Campbells en mal estado. Ni de SIDA (o "la peste gay" como él la llamaba, mientras veía a sus conocidos y a los novios de sus conocidos muriendo como moscas a su alrededor, sin él sentirse capaz de visitarlos o mandarles una carta). Su cuerpo expiró hace tanto, pero sus quince minutos de fama se han alargado hasta el nuevo siglo.
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