viernes, 3 de septiembre de 2010
PENÉLOPE
Este es un brillante cuento de hadas que permite encontrar de manera adorable la idea de Erica Jong sobre lo que debería ser el final de La Bella Durmiente desde una perspectiva feminista: en vez de esperar la ayuda masculina y continuar con la dependencia de las mujeres hacia dicho género, lo ideal hubiera sido que La Bella se besara ella y se despertara a sí misma. La forma en que Penélope resuelve este dilema es brillante y muy siglo XXI.
La productora Reese Whiterspoon –la excelsa actriz desde niña (nunca me cansaré de recordar su inocencia ante la sensualidad de Pregúntale al señor luna de Mulligan o la malevolencia de su personaje en la Election de Payne)- se busca un papelillo inocuo y no estelariza a Penélope, el papel que seguramente estaba escrito para ella. Especulo que no le pareció el ser susceptible a bromas –del momento que aceptara el papel hasta la eternidad- debido a la nariz de cerdo que hubiera debido utilizar en este filme.
Christina Ricci, la protagonista, pudo haber sustituida y James McAvoy es el actor capaz de interpretar a ese personaje al que se le perdona todo: ser rastrero, lastimoso, o de plano loser como lo demuestran sus soberbias interpretaciones en este filme, Expiación y El Ultimo Rey de Escocia. Tiene un magnetismo sensual, casi erótico.
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