viernes, 10 de septiembre de 2010
MAMUT
El declive de Lukas Moodysson sella también su entrada a los grandes públicos internacionales: Las alas de la vida (Lilja 4Ever) era un retrato llorón, complaciente y maniqueo del tema del tráfico humano en las zonas pobres de Europa Oriental.
Más cercano a Lars von Trier que a Michel Franco, los mejores filmes de Moodysson habían sido exploraciones sórdidas a la oscuridad del alma de personajes desencantados, jodidos, encabronadamente furiosos consigo mismos y el sistema que les había pasado por encima, cubriéndolos, pero sin la menor capacidad de respuesta, solazados en la inacción.
En Spoiler –trabajo experimental extremo-, un transexual gordo y patético siente ser Thora Birch. Retratado de manera nerviosa, inquieta, diríase una cámara presa de la pantalla cuadrada, quizá en un Súper 8 blanco y negro, estallado y fuliginoso, su protagonista no encuentra la paz y nos contagia de su estupor.
En El hueco de mi corazón (Et häl i mitt hjärta) la filmación de un porno casero pone en peligro de ser ahorcada a su protagonista, en manos de un par de alcóholicos drogadictos con pulsiones homosexuales, pero no se salva de ser lastimada, abusada y vomitada ahí, donde la libido de estos tipos le lleve.
Moralista feroz, Moodyson utiliza la cámara como un dios severo y con déficit de atención shockeada a cada paso por un golpe visual que la hace rebotar de un infierno a otro, cuestionando de paso nuestros conceptos sobre la belleza, el confort, la lucidez y la pesadilla que se oculta en nuestros sueños sobre la felicidad.
Sin embargo, su tendencia a la denuncia lo ha hecho resbalar de la manera más atroz tanto en la mencionada Lilja 4Ever como ahora en Mamut, su nuevo filme sobre el dolor de ser madre oriental oprimida que debe renunciar a ver crecer a sus hijos para trabajar como nana en Estados Unidos y enviarles el dinero que los aleje de la miseria y la prostitución; sobre el dolor de ser madre occidental cirujana e insatisfecha incapaz de encontrar un nexo de comunicación válida con su hija babeante ante la cultura extraviada de su nana y dolorida ante el cuerpo de un niño apuñalado por su propia madre; y sobre el dolor de ser madre oriental puta capaz de comparar vergas y cogidas internacionales en el burdel barato en el que parece haberse convertido Bangkok, mientras que el cliente gringo la idolatra románticamente sin saber que ella hace todo eso porque también es…madre!
Subproducto a punto de volverse género de ese fragmento racista sobre nana pendeja e irresponsable que hace sufrir gringos (Babel, de la dupla bracera de lujo Arriaga/Gonzalez Iñárritu), así como del cine de culpabilidades ñoñas de gringos estúpidos (de nuevo Babel y hasta la exquisita Saber Dar de Holofcener) y tan lejano de Lino Brocka o de Brillante Mendoza, el Mamut de Moodysonn propone un ambiguo retrato que ensalza a la familia deteriorada carente de raíces, hipócrita, insatisfecha y plástica, a la vez que pretende cuestionarla haciéndonos ver todas las explotaciones, violaciones, injusticias, pisoteos y muertes de inocentes que son necesarias para construir una familia americana que se cree feliz.
Y creo que el problema es la ambigüedad que hace que el retrato se resbale hacia lo que pretende denunciar. Bien pudiera ser un cambio de estafeta de Sara García a Michelle Williams (post Ledger, post Dawson) y un homenaje-puesta al día del género mexicano tan-aberrante-que-es-bueno sobre el cine de madres: “Por qué nací mujer”, “El día de las madres”, “Los problemas de mamá” y etcétera. Pero de la moralidad al panfleto hay siempre un paso en el que se sostienen directores como el mencionado von Trier (productor de este filme) que han podido siempre aterrorizarnos respecto a nuestra sociedad en arriesgados experimentos plásticos de puesta en cámara y escena, sin caer en la complacencia de la denuncia foxilandia. Esperemos que Moodysonn se levante de esta estrepitosa caída.
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