domingo, 2 de enero de 2011
LA LARGA CENA DE NAVIDAD o las trampas del tiempo
Dejé de ir al teatro hace muchos años por el bajísimo nivel de actuación y dirección. Ciertas obras me habían cimbrado y fascinado. Siempre esperé de las demás lo mismo o algo más. Pero nada. La crisis que aqueja al país desde la salida de CSG de la presidencia, alejó tanto a grandes actores, artistas y artesanos, como a propuestas atrevidas -comerciales o no-, para dejar en su lugar a un grupúsculo de cuates apoyados por otros que raramente logran algo bueno. Las apuesta tailor-made de OCESA son de lo más rescatable por tener pendientes a los productores de las piezas originales de la forma en que sus obras se ponen alrededor del mundo, y porque cuando hacen sus propias obras, arriesgan su dinero y buscan el éxito -todo lo contrario a los mamadores de chichi que viven del gobierno con atrocidades autocelebratorias o en complicidad. Me tuve que volver escucha de textos y capturante de momentillos valiosos en que actor-texto-luz comulgan espléndidos...
De ahí que si al teatro mexicano poco se le puede pedir, pues qué podemos decir de sus críticos. La obra LA LARGA CENA DE NAVIDAD de Thornton Wilder bajo dirección de Otto Minera fue recientemente criticada por que sus textos eran "reiterativos y algo aburridos". No vale la pena mencionar al brutillo que lo escribió pero me es claro que desconoce de poética literaria y dramatúrgica, y más cuando celebra las actuaciones de todos los actores porque desconoce totalmente de actuación -pues la obra en realidad se sostiene de la actuación indeleble de Lumi Cavazos y Emilio Echeverría quienes mueren al principio de la obra y cuyas frases son repetidas por los demás actores una y otra vez como en reverberaciones del agua o estribillos de un canto inolvidable. Arturo Barba tiene sus momentillos, Jorge Luis Moreno está desaprovechado, todos los actores adolecen de algo que los unifique: si el texto no fuera tan firme, muchos capítulos parecerían viñetas -es evidente que al director le faltó tiempo para generar que los personajes tuvieran la suficiente vida interior con las consecuentes transiciones de madurez y crecimiento necesarias para la interpretación en el escenario. El colmillo de conseguir grandes actores para el arranque de la obra no es más que eso... la experiencia que te dota de grandes trucos que a veces logran cuajar... y a veces no tanto. El tiempo tiende trampas y no sólo en las mejores dramaturgias -aquí era necesario desentrañarlas en el montaje también. La escenografía hace todo lo posible por verse más pobre de lo que es por una verdadera impericia del escenógrafo: lo mismo y el mismo presupuesto se hubiera gastado en algo decoroso que combinara con la delicadeza que requiere la obra.
A pesar de todo y gracias a algunos de los actores de esta puesta (los mencionados en este texto), Thornton Wilder -Premio Pulitzer y dramaturgo gay de los 50´s que ha sido recientemente revalorado en Broadway y el mundo- mantiene en su obra una visión clásica y actual a la vez, que nos muestra los que unas reuniones familiares tienen de Eros, Thanatos, espiritualidad, rito. La vida es una larga cena de navidad en la que las generaciones, los sueños, la vida, la muerte y los guajolotes (que se convierten en pavos gracias a una agradable aportación mexicanista) se dan cita en una especie de sesión espiritista de reconexión con el pasado que es el futuro y el presente a la vez. Deben verla. Gran texto.
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