domingo, 30 de enero de 2011
LA REGATA
Pocas personas pueden debutar tan afortunadamente como François Truffaut, Orson Welles o Michael Rowe. Para ello se inventaron las escuelas o ciertas secciones/talleres en festivales prestigiosos. Y luego ni así.
Este es el caso de CineFondation del Festival de Cannes, que pretende apoyar las primeras obras de jóvenes creadores surgidos de escuelas de cine. ¿Recuerdan el escándalo que hizo Carolina Rivas en el programa de Brozo porque la UNAM no la apoyaba para asistir a Cannes con su cortometraje Zona Cero? Pues bien, era para asistir a CineFondation.
Por desgracia, los filmes que ahí se han forjado no hay tenido una gran recepción posterior a sus estrenos y quizá La Regata dirigida por Bernard Bellefroid, cinta inaugural del ciclo Cinema Europa en la Cineteca Nacional hubiera corrido la misma suerte de no ser porque cuenta en su reparto a Thierry Hancisse, un actor increíble y gordibueno de la Comedie Francesa; uno más bastante taquillero que es Sergi López, quien siempre repite el mismo papel; pero sobre todo y porque como protagonista se encuentra un “heartthrob” instantáneo que es Joffrey Verbruggen y que en las páginas de YouTube cuenta con una serie de homenajes enamorados que le hacen ver desde estas tierras –aunado a su incontestable carisma- como una especie de Zac Efron belga, aunque esté alejadísimo de ese rostro hollywoodense que parece hecho a mano.
No buscar aquí la huella de cineastas belgas extraordinarios como Agnes Varda, Chantal Ackerman, o los Dardenne. La regata no es más que un híbrido de esas películas con contenido social que nos ha brindado el cine desde su nacimiento (en este caso enfocado al maltrato familiar entre padre e hijo y la disfuncionalidad resultante posterior a la muerte materna –inexplorada en el filme) con otros filmes bastante poderosos e increíbles sobre la educación sentimental de un joven que son todo un género literario alemán aparte (la canónica Nido de Escorpiones de Schlondorff, por ejemplo).
Eso hace que el filme sea bastante previsible y el que sea una ópera prima de repente nos explica ciertas imprecisiones de tempo entre uno que se pretende contemplativo y estético (bien logrado pero al que le robaron el sustento) y otro ágil y esquemático para las escenas melodramáticas y las deportivas (ah, porque esta es la historia de un chavo maltratado por su padre que es regatista y oculta su condición ante un profesor que no comprende su estado a pesar de que se mete a las regaderas para separarlo de pleitos con otros compañeros y no fijarse en todas las heridas que muestra su cuerpo desnudo: aquí el director de veras nos exige una total suspensión de la incredulidad).
Sin embargo es un filme juvenil que otros críticos seguro definirán como fresco y entrañable. Yo, para éstas, me sigo quedando con las pelis de John Hughes, pero está bien dirigida y le recomiendo esta película también a los seguidores y creadores de “El estudiante” –para que vean que hay películas sociales igual de sinceras y adoradas por la audiencia, sólo que sencillas, bien dirigidas y musicalizadas que no caen nunca en el maniqueísmo bobo y derechista.
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