domingo, 30 de enero de 2011
EL LEGADO DE TRON O UNA GRAN EXPERIENCIA SIN GUIÓN
Es una secuela que para realizarse ha tomado más de un cuarto de siglo. Una brillante combinación de segunda y tercera dimensiones en otro ejercicio extremo de belleza arrobadora 3D a lo Avatar de Cameron –acerado, oscuro, líquido, tan fluido y con tanto peso como el mercurio- y no a lo imbécil como la Alicia de Burton.
Pero es también un filme por derecho propio con una historia anodina de rescate hijo a padre en un mundo paralelo de seres humanos convertidos en programas que a su vez podrán humanizarse para salvar a la humanidad de enfermedades y accidentes. Es una historia de rebelión de máquina contra el hombre. Un canto visual retrospectivo al estilo del “futuro visto desde los ochenta”.
Un vehículo de estrella que toma su base en el carisma atemporal del gran actor Jeff Bridges quien actúa en dos papeles: como el protagonista viejo y como el programa que creó veinte años atrás (eso gracias al virtuosismo del scaneo cinematográfico). Y una demostración del carisma del joven y guapo actor Garret Hedlund (que ha hecho anteriormente gran comparsa junto a Mark Wahlberg en Cuatro Hermanos de Singleton, o con Orlando Bloom y Brad Pitt en Troya de Petersen) o de (la chica del televisivo Dr. House) y de la persistencia en pantalla de un siempre propositivo Michael Sheen (“La Reina”).
Deje su intelecto en el asiento de al lado y ponga toda su sensibilidad audiovisual a tope: una experiencia gozosa que trasciende de manera brillante – y aunque sea un ratito- la narrativa convencional del Hollywood que padecemos.
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