domingo, 30 de enero de 2011
CISNE NEGRO Y SU ENGAÑOSO DIRECTOR
Quizá uno de los directores más influyentes para toda una generación de cinéfilos villamelones nacidos en los noventa, Darren Aronofsky muchas veces debe creerse maestro del gran gignol pero en general basa sus películas en golpes prosaicos de efecto narrativo bastardos de la narrativa de O´Henry; embarradas de cámara más en deuda con seriales televisivos que con los filmes Dogme; homenajes malentendidos a obras maestras de cineastas serios; un diseño sonoro que parafrasea cualquier entrada de villana en telenovela subrayando y haciendo grandilocuentes actuaciones que casi siempre bordan la neurosis y la sobreactuación; actores y actrices geniales que se le ingenian como pueden para sobresalir del disfraz que les embarran por maquillaje; efectos especiales que recalcan lo innecesario; y, claro, guiones llenos de aire caliente.
Sin embargo es sumamente entretenido y altamente engañoso: por ejemplo en Cisne Negro comanda una serie de actrices formidables –rescatando a dos de las intérpretes más importantes del cine americano de finales de los años ochenta y principio de los noventa como lo son Barbara Hershey (aquí convertida en la mamá de Carrie debido a la horrible música con la que achatan y vulgarizan su personaje –actuado más bien a lo Girardot en La pianista de Haneke) y Winona Ryder (luchando bajo la peor caracterización visual que hemos visto de una bailarina en decadencia, actuación casi homenaje a la de Goya Toledo en Amores Perros)- que a golpe de efecto nos muestran su rango de actrices como en un catálogo por escenas. Natalie Portman ha sido más efectiva a través de la sutileza de los personajes que ha realizado en su filmografía, pero aquí es muy llamativo que la pongan a hacer todo lo que sabe hacer en un personaje poco menos que obtuso. Su trabajo es ponderable pero puesto a servicio de una línea argumental freudiana y pasada de moda –la frigidez te impide triunfar en la vida- con todo y lo misógina que pudiera resultar.
Pero sus defectos son enormes. Bastaría que Aronofsky se hubiera acercado y profundizado más en la obra que comenta –El Lago de los Cisnes- para que hubiera encontrado los recovecos enloquecidos y los retrueques narrativos alrededor de una historia sobre la identidad, el despojo y la pérdida de la inocencia, que en manos de Tchaikovski dio como resultado una obra canónica e insuperable. O que si decide tomar los puntos álgidos de la obra de Haneke –La pianista-, hubiera entendido los resortes de la represión y la explosión de la violencia entre las mujeres y con los hombres. O que si decide tomar los chongos de Hitchcock, el ambiente de Altman, la saturación de Powell o el lesbian chic de Scott, los retomara de manera posmoderna y no como bocetos de una mala copia.
Años de muerta y la maestra americana de la crítica norteamericana Pauline Kael sigue teniendo la razón: “alguien debe quitarle la cámara de las manos a Aronofsky”, un cineasta que va para atrás en su carrera: con todo y lo entretenida y con varias películas entre ésta y “Réquiem por un sueño” –igual de tramposa y vacía en cuanto a estilo y sustancia-, no ha habido para el director un crecimiento como artista, sino lo contrario. Pero sigue siendo igual de engañoso; y hasta en Hollywood creen que esta es una película “avant garde”. Por favor, que alguien los mande al Videodromo!
PD. Pero qué pósters tan magníficos...
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