domingo, 30 de enero de 2011
LOS PEQUEÑOS FOCKER O EL ESTERTOR DE UNA COMEDIA TAN DENIGRANTE COMO DIVERTIDA (SEGÚN ELLOS)
Gay Focker es un jefe de enfermeros pusilánime y cobarde aplastado por el amor de su esposa chantajista y su suegro sicótico. Añádase a ello un –imposible- sex appeal que lo hace víctima de acoso sexual por una italiana que lo quiere además para su campaña de fármacos contra la impotencia y una fiesta de cumpleaños que pone en jaque las actividades de todos los demás personajes –lo que incluye una madre sexóloga televisiva que denuncia las actividades onanistas de su hijo; un padre con andropausia obsesionado con el flamenco; y un mejor amigo con cuerpo de perro parado y cara de muñeca deslavada de Farrah Fawcett, sempiterno enamorado de la esposa ajena.
Esta es la materia prima de una saga en el estertor: ya no saben para donde moverse y se nota. Anécdotas cansadas que jamás llegaron a verse en los libretos de Mauricio Kleiff en sus peores momentos como libretista de exitosos programas mexicanos de comedia. Esta saga es como un capítulo de “Hogar Dulce Hogar” o “I love Lucy” con situaciones escatológicas, sexofobia y un escupitajo a la carrera de tres de los actores más propositivos de los setenta.
¿Dónde quedaron el actor de “Taxi Driver”, el de “El Graduado” y la de “Nuestros Años Felices”? Ahora Robert DeNiro es el personaje de Scorsese si hubiera entrado al ejército y se hubiera casado con la hermana tarada de Cybill Shepard en el filme; Dustin Hoffman aparece como si su personaje de “El Graduado” no hubiera escapado con Katherine Ross al final y hubiera vivido su adultez tratando de superar la violación que ejerció contra él la señora Robinson; y Barbra Streisand parece ser la agitadora izquierdista de “Nuestros Años Felices”, ahora arrepentida y que se quedó con la política sexual de los setenta para convertirse en una doctora Ruth sin huevos para haber abortado a su hijo, y por ello, torturarlo al infinito.
Este re-trabajo de los personajes podría funcionar como una saga cínica hipercrítica de esos clásicos del cine en manos de guionistas con nivel, ya fuera en drama o comedia, pero en este filme jamás se esboza ni siquiera la posibilidad de aumentar un grado de su nivel artístico. Ni un sitcom es tan chafa.
¿Dónde quedó la dignidad? Quizá en los otros dos filmes se intentó que hubiera algo así como una sátira (casi siempre a costa de chistes sobre la forma de pensamiento militar y de la comunidad judía), pero en esta ya devastada continuación, ya no hay modo (sus chistes sobre la sexualidad y el bromance entre suegro y yerno a partir de la percepción infantil es quizá lo más incisivo) y de hecho, la trama se le revierte a esta película en su contra convirtiéndose en una muestra de la hipocresía americana respecto a su interpretación del concepto de familia: los principios fascistoides de la extrema derecha que encarna el suegro pendejoide interpretado por un Robert DeNiro desatado, si bien son productos de mofa cínica durante toda la película, acaban por ser obedecidos y aplaudidos al final, debido a la porosidad ética y moral del des-huevado personaje principal encarnado por Ben Stiller.
A una película con esos actores y esa currícula en el cine mundial se les exige algo más que un divertimiento (¿?) que forre sus bolsillos de dólares. Como diría mi extrañado crítico y guionista Tomás Pérez Turrent: evítela como la peste.
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