“Atenta y en todo lugar” Eso dice que es “una mirada invisible” la joven maestra protagonista del filme. O al menos eso es lo que pretende….
Desaparecidos y asesinados, manifestaciones afuera, fiestas de mal gusto, crisis económica. Es la Argentina a punto de explotar, en pleno declive militar y con un pueblo con resabios de deformidad fascista.
En “La mirada invisible” de Diego Lerman asistimos a un filme con una puesta en cámara exquisita y académica a rabiar que no escapa a nivel narrativo de una de las deformaciones de este excelente director de actores: la obsesión por el largometraje, a pesar de que las tramas no den más que para buenos cortos.
Un ejemplo de ello lo tenemos en México con la película “El violín” en la que amaneradamente se recurre a las escenas Kiarostami-like (el recorrido en toma abierta de un personaje que cruza la pantalla de un extremo al otro) aletargando una anécdota (que puede durar cinco minutos u ochenta minutos) que es sólo efectiva en un final maravilloso. La pertinencia de que esta historia sea conocida por más público que el que ofrece un corto, es la razón que muchos abanderan para repetir sus historias en largometraje. Pero eso es un problema de distribución ajeno a la realización cinematográfica (por ejemplo, el IMCINE aún conserva la política inútil de producir cortometrajes de diez minutos para que –según ellos, por su duración- puedan insertarse antes de un largometraje, cosa que no han logrado con ninguna distribuidora ni cadena de exhibición por lo que los cortos -cualquiera- siguen siendo vistos por muy poca gente).
Pero volviendo al caso de Lerman, hemos tenido el placer de conocer las dos versiones de un largometraje llamado “Tan de repente”, una historia minimalista y adorable sobre un trío de mujeres que se encuentran con la libertad, el amor y sus dilemas. El cortometraje del que derivó fue visto en el Festival de Escuelas de Cine del Centro de Capacitación Cinematográfica y posteriormente en una excelente curaduría de cortometrajes llamada “Lecciones De Amor”, realizada para el Festival Mix por Claudia Prado (además productora, directora y actual apoyo indómito de los estudiantes de la carrera de cine en el mencionadao CCC): si bien sus personajes eran adorables, no bastaba muchas veces con ello en el largometraje para sostenerlos: muchos se iban disolviendo como los pigmentos en una acuarela con demasiada agua.
Y sucede eso también en una historia estupenda y alegórica sobre los sometidos que se sienten sometedores para acabar recibiendo una lección espantosa que deriva en tragedia como lo es La mirada invisible. O lo que es lo mismo, la historia de una maestra pobre que impone reglas militares y absolutistas a los alumnos que la vuelven loca con su testosterona, por lo que idea un plan para estar más cerca de sus genitales en el baño de hombres –en un cubículo donde orina de placer-, so pretexto de encontrarlos fumando. Cuando el director se entera no sabe que hacer más que enfrentarla con su hipocresía. Ella no lo acepta, él la viola y entonces ella… Mientras Argentina estalla.
Muy bien actuada. Hermosa foto. Lindo arte. Pero sólo para fans del cine académico con estremecimientos eróticos que invocan a “La Pianista” de Haneke basado en Jelinek y a “La primavera de una Solterona”, nomás con guión de Presson Allen. Invocación que sólo le sirve al filme para ser definitivamente aplastado.
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