Sobre Revolución, el concepto: Antes que nada habría que felicitar a Canana por aventarse –para variar- un filme difícil por varias cuestiones. Se equivoca completamente quien piense que es un éxito seguro el unir a una joven camada de directores mexicanos para hablar desde su punto de vista sobre la idea de la revolución en esta época de homenajes babeantes, descerebrados, incultos y onerosos de Bicentenario.
La primera razón es que pocos cinéfilos los conocen de nombre: una cosa es la implantación forzada de la teoría del cine de autor en las escuelas de cine de este país y otra que lo logren o que el público se la crea. Muchos de los directores aún carecen de rúbricas artísticas: el hecho de que (en el caso de los menos famosos) los pocos trabajos que han realizado se encuentren llenos de tics no quiere decir que tengan lo que ellos mismos llaman “estilo”, pues con la pena, el estilo es algo que detectan los demás –críticos y cinéfilos-, no algo que se adquiera o que se pueda generar conscientemente. Y por ello es que la audiencia sigue educada a buscar actores, géneros y temas, pero muy rara vez el oficio de algún director cuyas características hayan quedado tatuadas en el intelecto de la gente.
La segunda es que el tipo de películas conformada por cortometrajes, es un “género” difícil de vender porque siempre hay una disparidad de resultados que deja insatisfecho de algún u otro modo a la gente y el “boca en boca” sólo señala pocas piezas de manera favorable.
Aún así Canana se ha aventado y ha hecho de este filme un marco para tres obras maestras, otros cinco sobresalientes y las demás son cortos que no funcionarían solos y se benefician del conjunto temático. Van las maestras:
“La Bienvenida” del joven maestro Fernando Eimbcke (en la foto), es una lírica de lo que no ocurre, de los olvidados de siempre, del esfuerzo inútil y de la tolerancia que aún aguanta un límite más; “Éste es mi reino” de Carlos Reygadas es una relectura a la “Mécánica Nacional” de Luis Alcoriza, disfrazada de registro documental realizado por seis fotógrafos sobre la mexicanidad feroz, angustiante, irritante, criminal y oscura: un círculo infernal; y “La tienda de Raya” de Mariana Chenillo (de quien deteste abiertamente “Seis días sin Nora”) subraya no sólo la discriminación de género y la seducción como arma femenina para lograr algo, sino también las fallas de una economía capitalista enferma que se disfraza de feminismo para arrojar a las mujeres a las mismas jornadas laborales de explotación jodida de sus compañeros –nuestro país.
Y las que sobresalen: “El cura Nicolás colgado” de ese gran director Amat Escalante, proviene del “Nazarín” buñueliano sólo que con un protagónico poco carismático, una situación perturbadora y un final sorpresivo que juega con el sentido de la “temporalidad” quizá fallidamente en cuanto a su resolución narrativa, pero de manera poderosa en cuanto a su comentario social; “Lucio” de Gael García Bernal arremete contra la situación de los niños como presos de conciencia religiosa, resbalando hacia el vacío en un final hermético; algo similar ocurre con el final de “30/30” de Rodrigo Plá, aunque sus personajes son más contundentes pero más arquetípicos; en el caso del corto de trazo grueso “Lindo y querido” de Patricia Riggen, se confunden las mujeres “entronas” por las mujeres “quejumbres” o al menos la interpretación del par de protagónicas se encuentra en esa clave chillona y risible para la gente acostumbrada a ver los personajes femeninos mexicanos como un constructor misógino de “chillonas chistosas y suertudas”; y “Pacífico” de Diego Luna sólo confirma el buen trabajo del realizador con sus actores –algo demostrado de una mejor manera en su entrañable “Abel”.
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