miércoles, 6 de octubre de 2010
COMER, REZAR Y OCHO DESGRACIAS DE HOLLYWOOD TERMINADAS EN “AR”
1. Tolerar. Esta es la segunda película que tolero este año sólo por la presencia de James Franco. La primera fue “Camille”, una exaltación barata a la estupidez que se fingía excéntrica, y ésta, “Comer, rezar y amar” es una exaltación carísima a la estupidez que se finge trascendente de Ryan Murphy, cine/tv-director (y productor televisivo de Nip/Tuck y Glee) a quien ya le habíamos visto una poquito más interesante “Running with scissors”. Dudo que el señor Franco me agradezca lo que yo agradezco su presencia como salvavidas de películas hundidas, y porque sé que cuando lo conozca hablaremos de las películas interesantes en las que ha participado como Milk, Beat, Spiderman, Piña Express, Sonny y otras que incluso él ha dirigido.
2. Estupidizar. Pero en fin, volviendo al filme de Murphy me parece que pertenece a una nueva corriente de filmes en la que aparecen mujeres mayores de edad, exitosas en su negocios, a pesar de expresarse a través de diálogos imbéciles, odio a sus cuerpos y sexualidades, problemas orgásmicos y fascinación por hombres más estúpidos que ellas –con lagrimales de llave del baño- con los que acaban conformándose una vez que creen haber logrado liberarse de trabas intelectuales/sensibles tan idiotas que parecen capaces de retrasar el movimiento feminista por siglos.
3. Padrotear. Esta corriente de filmes a la que podríamos llamarle “Ola de la Vieja Pendeja” está aterradoramente firmada por mujeres en su guión, novela fuente o en la dirección. No me ayudes, comadre. La “obra” de Nancy Myers es un ejemplo de eso llevando a cuestionarnos la inteligencia de las portentosas actrices que se han puesto en sus manos (Diane Keaton, Helen Hunt, Meryl Streep) pero partiendo de que son un éxito en taquilla –cosa que discutiremos en un momento- creemos que a veces estas actrices sacrifican un poco de IQ para poder llevar dinero a sus cuentas. No voy a señalar otras directoras o productoras de Hollywood pero muchas han caído o coqueteado con esta vertiente.
4. Chafear. Pero el caso del director Ryan Murphy al insertarse con esta película en esta corriente es casi increíble partiendo de que sus programas televisivos son unas exitosísimas como ácidas incursiones a los sueños del americano sometido por la cirugía plástica, el bullying, la sexualidad polimorfa pervertida por la sexofobia gringa y el New Age inculcado y cada vez más poderosos debido –entre otras cosas- a los escándalos en que se encuentran varias religiones. Pareciera que para acercarse al cine de Hollywood, debió desprenderse de su inteligencia para entrar a los parámetros impuestos por los productores de este naciente siglo XX que utiliza y manipula a sus espectadores en espectáculos escapistas fatalmente taquilleros.
5. Bastardear. Productos de la publicidad, proxenetas minimizadores de filosofías y movimientos sociales que han hecho avanzar la humanidad hacia este siglo XX, estos filmes cosechan sus taquillas bastardeando la inteligencia y la conciencia de sus espectadores.
6. Desnivelar. Por eso es que ahora la televisión se ha vuelto un espectáculo inteligente con directores de primera, mientras que la pantalla de plata hollywoodense se infesta y se infecta de bodrios realizados con fórmulas resueltas en mesas de millonarios que desconocen la condición de arte del espectáculo fílmico.
7. Ignorar. Ojalá las actrices de Hollywood tomen el ejemplo de actrices como Kate Winslet a la que nunca encontraremos en estos bodrios, pues ha sabido capitalizar su éxito de “Titanic” –cuyo personaje, aún escrito de manera tan superficial, era infinitamente mejor que cualquier secuencia de la “Ola” aquí mencionada. O el de Maggie Gyllenhall que acepta hacer una película que entretenga a sus hijos (que fue nada menos que Batman de Nolan! Esas son madres interesadas en el IQ de su progenie). Y que a la Roberts ya no le tomen el pelo, deje de leer bestsellers idiotas y se ponga a leer a Jane Austen, Djuna Barnes, Edith Wharton, las dos Marguerites, Julia Kristeva y a Camille Paglia, por lo menos –o que le pida su ayuda literaria a Sharon Stone, fan de Huxley, Octavio Paz e Isherwood.
8. Mamar. Dejar de hacerlo: la ignorancia –y la avaricia- están out.
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