
El cuerpo del hombre. La duración de la secuencia. El tiempo interno de cada plano. La influencia de Pasolini y Fassbinder. El homoerotismo subrayado en la obra del Indio Fernández. La conversación fílmica con el cine oriental. Las temáticas del desamor, la pérdida y el erotismo enfermo de una sociedad poblada con hombres señalados por una obsesión amorosa. A Julián Hernández (México) se le puede definir por ese conjunto de características, unido a una mirada especial que se distingue en el cine nacional contemporáneo y que antecede al grupo de cineastas mexicanos que –como él- han triunfado con sus propuestas arriesgadas en el extranjero.
Quizá menos conocido que los otros, debido al prejuicio que aún en pleno siglo XXI existe contra la temática y los personajes homosexuales, es un cineasta de culto con críticos, admiradores y detractores fervorosos que acuerdan de manera conjunta, en que Hernández es quizá el director que mejor filma en este país. Hubo un tiempo en que los sueños dieron paso a largas noches de insomnio, Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás dejarás de ser amor y El cielo dividido son los filmes que han presentado a Hernández al gran público.
Expulsado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, multipremiado director de cine, teatro y ópera, así como figura clave -junto con el productor y director Roberto Fiesco- de la Cooperativa Cinematográfica Morelos convertida posteriormente en Mil Nubes Cine, y profesor de cine, ahora es también protagonista de varios capítulos de la ensayística cinematográfica actual –mexicana e internacional. Esta entrevista se realiza antes de la premiere en la Berlinale 2009 de Rabioso sol, rabioso cielo, su desbordado y magnífico nuevo filme.

AC: Gran cinéfilo que eres, encuentro desde tus inicios, muchas influencias de diversos directores en tus películas. Cuéntanos cual es tu relación con Pasolini.
JH: Antes que ver toda su filmografía, en el 90 ó 91, leí el guión Mamma Roma de Pasolini. Así que primero me influyó con su narrativa y lo encuentro en frases que utilizo para describir cosas en mis propios guiones. Pero en aquel momento, yo reconocía más como influencia visual a Fassbinder, de quien había visto su obra casi completa. Lo que me sigue gustando hasta ahora de Pasolini es la forma en que se refiere y muestra su admiración al cuerpo masculino. Por ejemplo, en alguno de sus escritos llegó a escribir que la parte posterior de la rodilla en un hombre, que era para él un punto erótico. Para Rabioso sol, Rabioso cielo yo busqué cual era para mí ese referente erótico respecto a la masculinidad y creo que es “la nuca”, como me lo hizo notar alguna vez Margaret, la programadora de la Berlinale. Y es en la nuca, que los personajes de mi nueva película perciben la mirada de los otros personaje.
AC: Otra influencia de la que has comentado mucho es la obra de El Indio Fernández.
JH: Pese a que la gente crea que las películas del Indio son “sólo melodramas”, yo creo que están cargadas de una fuerza erótica que no se les ha concedido. Y eso está en la manera como retrata el cuerpo masculino sobre el femenino, como lo vemos en El mar y tú, en una escena de pesca en la que se muestra a un negro portentoso de una manera que nadie en el cine de la época –ni Alberto Gout- logra: a través del erotismo y el reconocimiento de la belleza de un cuerpo masculino… Ahora que me lo preguntas me doy cuenta de eso: de todo lo que le aprendí a Fernández respecto a sus historias de amor desenfrenado y entrega total, entre lo que se encuentra el uso del blanco y negro, y la manera de ver los cuerpos femeninos o masculinos en pantalla. Lo chistoso es que provenga del que ha sido considerado el más macho de los machos del cine mexicano.
AC: El machismo que se acerca a lo gay.
JH: Sí, ni siquiera hay contradicción en eso. Es una relación directa.

AC: Y ahora veo también en la construcción de tus películas, una influencia que los críticos extranjeros han dado en llamar “un diálogo que sostienes con el cine oriental”.
JH: Pues ello empezó cuando después de Mil nubes… todos encontraban una influencia innegable de Wong Kar Wai, que en aquel momento no reconocía porque no soy fan del cineasta. Lo he visto y quizá me ha influido, pero reconozco más la de Stanley Kwan y aún más la de Tsai Ming Lian, no sólo en su homoerotismo. sino en la forma cinematográfica. Pero nunca he querido reproducir ese cine: los puntos en común entre mis películas y este tipo de cine son la relación entre los planos y su duración.
AC: Me puedes hablar sobre tu idea de la duración del plano.
JH: Cuando empezamos a hacer cortometrajes y lo empecé a utilizar, fue más por razones presupuestales y para encontrar soluciones sencillas. Fue el inicio: teníamos tan poco que había que solucionar todo de la manera más sencilla, creativa y que diera resultados. Así empecé a trabajar con el tiempo dentro del plano: primero como plano secuencia, luego elipsis, luego el realista, no realista y el naturalista, que creo se ejemplifican todos en El cielo… y ya se fueron derivando al trabajar en el interior del plano un poco como dice Tarkovski. A veces se cree que trabajar con el tiempo dentro del plano da como resultado un plano secuencia, pero es una equivocación, porque el cine no es una suma de pedacitos de tiempo, sino de planos que tienen un tiempo determinado que se unirá a otros elementos que le darán su propio tiempo a la película y no sólo como una suma de tiempos que es el modo más tradicional de hacer una película.

AC: ¿Cómo valoras todo lo que pasaste para llegar a Rabioso Sol…? Que me parece es la culminación de muchas cosas y que será el principio de muchas otras…
JH: En muchos sentidos. Esta es la primera película con un presupuesto amplio que me permitió tener muchas cosas que no me había imaginado llegar a usar. Pero creo que va más allá de eso. Después de agotarlo en El Cielo Dividido, el plano secuencia como herramienta formal ya no me fue útil. Me sentí un poco atrapado y al filmar el corto Bramadero mi idea era la de matar a Julián Hernández, es decir dejar de hacer planos secuencias. La filmación de éste fue muy caótica pues debía hacer un corto muy largo en dos días. Tenía una manera distinta de filmarlo, pero tuve que acceder a lo que he llegado a tener de oficio y resolverlo de la mejor manera posible. Bramadero no está como lo quería hacer; hay cosas nuevas como el sexo explícito, pero en cuanto a mi oficio no fue un paso hacia delante. Es el corto más exitoso que he tenido, ha estado en cantidad de festivales y se ha vendido –lo que es más difícil. Pero ahora en Rabioso… ya pude resolver escenas sin someterme a cuestiones presupuestales o de tiempo. Si bien tengo un oficio, me pude permitir otras nuevas cosas: es mucho más fragmentada que las anteriores, es otra la construcción del tiempo al interior del plano y en cuanto a la temática, siento que pese a no haber hecho nunca antes una película “gay” (del modo en que considero se debe aplicar dicha etiqueta, pues mis películas son de personajes homosexuales y amor homosexual), en esta película le doy una vuelta a esa etiqueta.
AC: Mil nubes… me parece una película muy sincera, una declaración de guerra y de principios, Rabioso sol… me parece un exabrupto maravilloso y monumental -además de un reto muy fuerte al cine nacional- en donde encontramos de nuevo a tres chavitos homosexuales, con la enfermedad del Eros, sin bronca con su identidad, pero sin salida dentro de un sistema homofóbico y machista como el de nuestro país. Pero personalmente considero a El Cielo Dividido la más fresa de tus tres películas ¿dónde la pondrías tú?…
JH: Pienso en este momento y teniendo muy cerca la filmación de Rabioso… –a la que aún no entiendo, porque tú sabes que pasa mucho tiempo para que yo entienda a cabalidad mis películas- es que tanto mi productor y camarada Roberto Fiesco como yo estamos tratando el tema del erotismo y sus manifestaciones en nuestras películas. Y que como lo mencionas, estamos hablando de una enfermedad a la que refería Antonioni en su trilogía de la incomunicación, en la que a través del erotismo se manifiestan los más profundos pesares y las enfermedades tanto físicas como de otro tipo. He llegado también a la misma conclusión y me queda claro con Rabioso sol… Respecto a El Cielo Dividido, me quise alejar de muchos años en los que fuimos considerados como pasolinianos -no porque quisiera abandonarle sino porque quería cambiar a mis personajes de entorno y darle una vuelta a esa relación que se establece de pobreza/suburbios/marginales como en Mil nubes… o Hubo un tiempo... Lo he dicho muchas veces: yo quería hacer una comedia romántica con canciones y me salió El Cielo Dividido: una película casi militante y como dicen “una película gay” con personajes categorizables y estereotípicos. En la realización de Rabioso… me encontré de nuevo en una etapa más oscura en cuanto a mi relación con el erotismo, en una etapa más turbulenta.

AC: Rabioso… es turbulenta y tumultuosa. Y me da mucha curiosidad su guión. La película presenta muchos elementos dispares, pero la forma en que está unida y estructurada es impresionante porque funciona como relojito: por un lado la vivencia erótica en el cine porno desde tres puntos de vista y luego la historia trágica que ocurre en otra dimensión, además del romance heterosexual que culmina en magia al principio del filme, y al final todo termina perfectamente unido porque, en efecto, la pérdida de un amor es algo enorme, mitológico: un dolor que acaba con dimensiones, fechas, sexos, todo…
JH: Al paso de los 17 años que llevo escribiendo guiones y películas he llegado a la conclusión de que el guión es algo que se termina cuando empieza la preproducción y que después se convierte en otra cosa que es responsabilidad del director y sus colaboradores cercanos. Al escribir el guión creo que debo llegar a una obra literaria concreta en la que se encuentre todo lo que necesito decirle a todos los involucrados en la película. La lectura de Marguerite Duras estos últimos seis años, me ayudó a encontrar la economía de este recurso. Rabioso… es el desarrollo de un guión que tenía llamado Coraggioso y que era la parte mitológica del presente filme. Después de que El Cielo Dividido se presentó en Berlín y la Muestra de Guadalajara, yo quería hacer otra película y no tenía un guión nuevo, sino ese, que habíamos intentado levantar como mediometraje sin éxito y le dije a Roberto Fiesco que yo quería hacerla. El me dijo que era muy corto. A mi me gustaba como estaba, me parecía muy claro, económico y fácil de hacer: sólo los actores desnudos en el desierto. Pero cuando Roberto me dijo eso, me gustó pensar en como estos personajes resolverían en la época actual sus problemas truncos de pérdida, de resurrección (como en Teorema de Pasolini) y de sanación a través del sexo. Y de ahí surgió el identificar cuales serían sus oficios y sobre todo cual su conflicto en el nivel que a mí me interesaba: el del erotismo.

AC: Hablando de oficios, uno de tus personajes se dedica a la piratería. Tú sabes que tus películas son de las más pirateadas, que tienen su mercado específico: ¿podríamos hablar de la distribución de tus películas? Tu nombre es reconocido por el público, y muchos de ellos se acercan a hablar contigo.
JH: Me es complicado hablar de esto porque parecería que mis películas están hechas para un tipo de público -la comunidad gay en exclusivo, ni siquiera la comunidad lgbt. Pero una buena parte de esta comunidad no es la que se siente más identificada con mis películas. Uno va a las películas para identificarte con alguien que eres o que quisieras ser. Muchas no se identifican con estos personajes que dan todo por el amor. Pero yo sé que mis filmes tienen mucho potencial entre las mujeres que reconocen la intensidad amorosa en mis personajes.
AC: Hay un público más: el conocedor de cine. Que es un público muy interesante.
JH: Es cierto. Pero no puedo hablar de ello porque aún no he hecho una película mía que yo diga: “sí me gusta, me siento satisfecho, que chingón soy”. No es falsa modestia, pero aún cuando vea que un plano ha salido bien, en mí hay cierta frustración malsana que espero no perder porque siento es lo que me lleva a hacer mejor las cosas. Agradezco estos tres públicos, pero no siendo profeta en mi tierra (una frase que odio), agradezco también al Festival de Berlín cuyas invitaciones le permiten una nueva categorización a mis filmes, la de “si estuvo en Berlín igual no está tan mal”. Pero lo que más me gusta es recibir mensajes de espectadores que me dicen que les gustó mi películas “porque me permiten ver lo que soy, en los errores en los que he caído, de que pude hacerlo mejor” y para eso es que hacemos las películas. Aunque suene cursi, eso es lo más satisfactorio.

AC: ¿Para ti son proyectos de sanación?
JH: Sí, sin duda. Hago las películas por una necesidad personal. Fiesco suele decir que yo arrastro a todos los demás en mis necesidad y obsesión por filmar. A mi me funciona para explicarme cosas y encontrar un poco de alivio al encontrarme no tan miserable como luego me descubro. La gente me dice que luego no llegan al rollo 5 ante los sufrimientos que enfrentan mis personajes y yo siento que así nos sucede en nuestras vidas: que en el rollo 4 decimos ya no puedo y ni siquiera llegamos al 7. Y eso pasa en mis películas: que mis personajes llegan hasta la cocina y en este caso sucede lo mismo con el personaje de Tari, que he resultado ser yo.
AC: Aún con tus enormes méritos que te hacen sobresalir como uno de los directores que mejor filma en el país, ¿cómo ves la indiferencia con que se trata tu cine? ¿El modo en que mucha gente se hace cómplice de unos simulacros de cine?
JH: Hay mucha gente interesada en filmar bien, concepto que me parece subjetivo, pues este depende del nivel del espectador y muchas otras cosas. Tengo mis apreciaciones al respecto pero me sería muy pedante decirlas.
AC: Yo no me refiero sólo al nivel técnico que ahora manejas muy bien, sino que tú creas un diálogo con el público y es un diálogo con nivel. Y por eso se generan esas relaciones de amor/odio por parte de tu audiencia, porque hay una conversación inteligente. Algo que parece olvidarse en gran parte del cine nacional actual.
JH: Estoy de acuerdo y es porque siempre pienso con respeto en ese individuo que va a ver mi película. Pasolini dijo que él esperaba del espectador el mismo esfuerzo al ver la película que él puso al realizarla, y yo pienso así. Y lo que pienso del cine mexicano actual hecho tanto con apoyos privados como no privados, es eso: que los directores piensan que pueden manipular a la audiencia dándoles cualquier basura y que estos no van a responder negativamente… Esos (directores) son los que tienen más oportunidad de filmar, y una vez más, ahí tienes a los espectadores alejándose del cine mexicano por una falta absoluta de respeto hacia ellos, que va desde el director y el productor hasta el exhibidor.

AC: Volviendo a tu audiencia para esta nueva película, me parece que el ideal tuyo es un espectador abierto y paciente a grandes estímulos sensuales. ¿Piensas en tu audiencia en cuanto a la seducción y el erotismo que manejas?
JH: Desde un corto que hice de estudiante, Por encima del abismo de la desesperación, busqué unos personajes de belleza rara. Sigo pensando que hay belleza en todas partes y que todo depende de cómo la fotografíes o lo que quieras ver de ella (a mi me parece que en el cine debe haber un nivel ético que te impida filmar planos que atenten contra la dignidad de un actor, lo que me parece ocurre con frecuencia en el cine mexicano) y desde estudiante hacía cortos que tenían que ver con el erotismo. Lo que quiero ver en la pantalla es algo que me agrade, que dé placer estético y me confronte con algo que ni yo sabía que ahí estaba. Yo en un principio no me lo planteé así porque venía en la historia desde el guión, por lo tanto es necesario, orgánico y tiene que estar ahí. Pero no he llegado a esos niveles de manipulación del erotismo del espectador en el que ponga a un actor en una posición determinada para que se vea “bien”. Para mi es una manifestación muy honesta de lo que necesito en el set en ese momento y creo que Alejandro Cantú (fotógrafo) me ha ayudado a encontrar ese nivel de erotismo que no se hallaba en Mil nubes…, por ejemplo. Y regresando a Pasolini, intento encontrar la belleza en los cuerpos, cualquiera que sea su género.
AC: Rabioso sol, rabioso cielo es una película muy estimulante. Dialogas con el cine internacional y planteas un reto al cine nacional. Tienes escenas que serán antologadas de inmediato. Creas nuevos parámetros para cineastas que no quieren tomar el caminito a Hollywood.
JH: Yo así entiendo el cine. A veces veo películas que digo “quisiera hacer algo así como este director” y en ese nivel si me gustaría que mi película fuera estimulante, pero creo que lo que va a pesar en México, es el asunto de los personajes homosexuales en mi película. Eso pasó en El Cielo Dividido que creo tenía valores formales o fotográficos que se pasaron por alto. Y eso le permitió que la ningunearan tanto la gente y los colegas mexicanos, como la Academia. Pero me parece que es una falta suya de disciplina cinematográfica, y el que no están preparados para ver nuevas propuestas.

AC: ¿Crees que la Academia esté privilegiando un cine que deja fuera a todos los jóvenes? ¿Crees que se esté gestando una vez más, un movimiento de los viejos realizadores contra los jóvenes?
JH: Antes se les impedía a los jóvenes la entrada a la industria, y ahora ya cualquiera puede levantar un largometraje, pero digamos que sigue habiendo una “pelea” entre las generaciones. Se premian unas películas que incluso ya tienen muy poco en común con las que realizaron los ahora miembros. Son películas que en la época de estas personas se hubieran considerado “comerciales” en cuanto a la finalidad que tienen: tomemos el caso del Oscar, para el cual estuvo nominada en su época un filme como Actas de Marusia (que decía y te proponía cosas formalmente hablando), y ahora compárala con ésta cosa que tienen de unos años para acá respecto a lo que mandan… Incluso en sus síntesis informativas sólo hablan de los “tres grandes” o los “dos gemelos” y etcétera. Lo bueno de que todos filmen ahora, es esto de la diversidad: sean buenas o malas las películas ya se filma más. Pero siguen habiendo pocas películas de calidad…

(Fotos de Jesús Torres Torres y Julián Hernandez. Ell@s: Jorge Becerra, Christian Rodríguez, Clarisa Rendón, Javier Oliván, Joaquín Rodríguez y Julián Hernández) Entrevista publicada en la revista Toma)