Un blog independiente por opinión, irreverente y apasionado, realista y soñador,
escrito por Arturo Castelán,
Fundador de Mix México: Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video

sábado, 1 de mayo de 2010

CARMEN MONTEJO: LA TREMENDA



Yo quiero rescatar a Carmen la tremenda. La fuerte. La de la mirada intensa y más grande que la vida. La que debía lidiar cara a cara con la perdición. Y la que trabajó en las obras teatrales, las películas y las telenovelas de los artistas homosexuales –y no- más importantes de nuestro siglo (Albee, Alonso, Argüelles, Cárdenas, Hermosillo, Olmos, Téllez).
Porque sí, Carmen Montejo es la representación de una gran actriz feminista ávida de libertad, comprometida con su tiempo, liberal, aguerrida y revolucionaria.



Denunció al matrimonio como una trampa heterosexista en donde los cónyuges se destruyen unos a otros y descubrió a la maternidad como una construcción social decadente basada en el falso concepto del “instinto materno”.

Y si bien recuerdo una representación de “Doña Macabra” –del dramaturgo Hugo Argüelles- en el Teatro Hidalgo, atrás de Bellas Artes, en el que, seguro sin querer, topó su mirada con la mía para hacer un monólogo sobre el hijo y el tiempo perdido, la imagen que siempre me viene a la mente al escuchar su nombre es la de una fotografía suya de la puesta en escena “¿Quién teme a Virginia Woolf?” del dramaturgo Edward Albee: esa imagen representó para mí la de una Martha que exudaba alcohol, frustración, guerra.



Cuanto agradezco al fotógrafo que fue capaz de captar a ese animal herido ardiendo sobre el escenario… (Y al de cine y al de la TV) Pero ahí estaba Carmen. Enorme. Incandescente. Y su Martha se llenaba de mentiras y alcohol para huir de un matrimonio estéril y sofocante de normas sociales dispuestas a sofocarla. Volvería a Albee años después con la puesta de “Tres Mujeres Altas” y personificaría entonces a la madre odiada del dramaturgo.

Fue la madre que desparrama su odio y su frustración sobre la hija peculiar en la puesta de Nancy Cardenas, la pionera y madre del activismo gay mexicano, en la obra “El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas”.

Y cuando en el cine, decide destruir el matrimonio de su hija Angélica María en “La verdadera vocación de Magdalena” de Jaime Humberto Hermosillo, Carmen no se tienta el corazón para intentar electrocutar a su yerno, ni para demoler en ese filme la figura de la madre mexicana, creando un personaje construido por Hermosillo a base de mentadas de madre, peladeces e hipocresía –algo inusitado en el cine mexicano entonces –y ahora.



“¿Y cómo no voy a ser feminista?” nos cuestionó un día Carmen, quien actuó en “Trotacalles” dirigida por Matilde Landeta, la que en decenas de años fue la única directora en activo del cine mexicano. Y lo sigue haciendo recientemente, con textos teatrales modernísimos cono el de Eve Ensler: "Los monólogos de la vagina".

Fue la prostituta incandescente de “Nosotros los pobres”. Una bellísima mezcla de Traviata y Santa aquejada por la tisis (el sida de ésa época). La marca indeleble en el pasado de Pepe el Toro. La figura materna a conjurar en el futuro de su hija Chachita.

Y también fue una vampira en la versión famosa de Abel Salazar sobre el mito draculiano. La testigo de una pasión homosexual mortífera en Los marcados de Alberto Mariscal. Sobrina, amiga y la misma “Doña Macabra” –en los tres papeles femeninos de este drama de Argüelles creado para la televisión y luego llevado al cine y el teatro. Madre perra de nuevo en la trampa. La decadencia personificada como prostituta otra vez en “El profeta Mimí” de Estrada y “La casa que arde de noche” de Cardona Jr. Una mujer secuestrada por una secta suicida en “Corazones rotos” de Montero. Abuela de Sasha y madre de Angélica María (de nuevo) en "Tres generaciones". Y una mujer en silencio, atada a su cama y a una embolia paralizante que la dejaba en las manos atroces de un terrorífica Catalina Creel en “Cuna de Lobos”. O enfrentada al mismo demonio Bael de “El maleficio”.



Dios mío, cuanta pasión ha destilado sobre nosotros sus fans. Cuanta vida ha cubierto, con cuanta vida nos ha cobijado. Carmen Montejo ha sido y es todas las “Mujeres sin Mañana” del arte audiovisual mexicano. Aquellas que aún les da miedo ver y entender a nuestra sociedad contemporánea.

Gracias por tu valentía, tu arrojo y tu lucidez, Carmen. Por dar tu imagen a figuras a las que se debe acceder, cuestionar, escuchar y entender solidariamente. Gracias a esas sólidas interpretaciones que has dado, a la sociedad le será imposible borrar sus existencias. Te amo.

Y que viva Carmen!

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