La peli ocurre justo antes que las parejas gays obtuvieran su derecho al matrimonio como ahora ocurre en la Ciudad de México, así que el timig de salida para este filme es el perfecto.
Pareciera que las parejas homosexuales y amigos gays que les rodean a los protagonistas de La Otra Familia de Gustavo Loza, no tienen otro problema que sus amigos y conocidos bugas en cuanto a vivir como cualquier otro ser humano. Cuando una mujer drogadicta (soberbia Nailea Norvind), le encarga a su hijo Hendrix (hijo del director) a una pareja de lesbianas desobligadas a punto de tronar (Ana Serradilla en plan de Ana Serradilla y ), éstas le pasan el paquete a sus amigos gays recién ceremoniados (Jorge Salinas y un Luis Roberto Guzmán como pez en el agua) que poco a poco se van encariñando con él y que, compasivos ante la historia de terror que le espera –el niño será vendido para cubrir deudas de droga a una pareja hetero que confían obsesivamente en un hijo como rescate para su matrimonio deshecho.
En ese momento, el círculo gay lésbico clase alta protagonista del filme, descubre que todos sus cercanos heterosexuales en realidad los ven como ciudadanos de segunda clase, sin derecho a crear familias, pederastas en potencia y en general, confusos mentales que merecen ser insultados y difamados por cualquiera –ya sean sirvientes, narcoescoria o periodistas televisivos.
El melodrama vuelve con tubo al cine mexicano y con una efectividad pocas veces vista en esta respuesta gay a “Sexo, Pudor y Lágrimas” de Antonio Serrano, misma que se apropia del “slogan” Viva La Familia Homoparental con producción del exitoso Mathias Ehrenberg y un muy eficiente trabajo dramático de un director heterosexual, con foto del esteta Carlos Marcovich (aquí en la sobriedad absoluta).
¿En qué consiste esta efectividad? En un juego de dualidades y comparaciones airosas entre homofobia y homofilia. Actores famosos de nuestro duopolio televisivo –algunos mejores que otros. Una visión dura sobre la drogadicción heterosexual que en realidad funciona como columna estructural debido a los excelentes actores involucrados contra el éxito económico que es lo único que le permite triunfar en la vida a los personajes homosexuales. Dos visiones sobre la caduca institución matrimonial –en el filme es enaltecida y funcional en el caso de los gays pero anquilosada y enferme en el caso de los heteros. La mirada morbosa del cuerpo de Luis Roberto Guzmán desde el punto de vista del jardinero censurador, contra la romantizada hacia la pareja lésbica en la tina y el bonus gratuito del desnudo de Juan Ríos. La aparición de la religión católica de avanzada con distintos conceptos de lo que es pecado en moderna contraposición con lo que actualmente se dicta en el Vaticano respecto a las parejas homosexuales y la homoparentalidad. Y si bien, parece ser que los ruegos de Carmen Salinas son los que logran el final feliz de la película, el clasismo del filme nos pretende hacer creer que la homofobia proviene de la ignorancia en la pobreza -cuando en realidad proviene de la mala educación que permea a la sociedad en su totalidad-, ya que son los dos personajes pobres del filme los que profieren los peores insultos homofóbicos del filme.
Un filme necesario e intermedio entre el cine gay mexicano que se burlaba de la moral mexicana enquistada en el clóset (con Hermosillo a la delantera) y un cine postgay que ve a sus personajes como cualquier ser humano (con Hernández como actual ejemplo), “La otra familia” esperamos que genere una respuesta (a favor y en contra, gay, hetero, bi, trans o lo que se les ocurra) entre los cineastas que cuestionan la conformación de la pareja, el matrimonio, el modelo de familia existente, la sexualidad binaria y sus rémoras, así como la existencia o no de una estética gay, la ruptura de esquemas y etiquetas sexuales en la que viven los jóvenes de hoy, la educación y la moral imperantes, el neoconservadurismo y la realidades contemporáneas del amor. No es poca cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario