viernes, 7 de octubre de 2011
JODO
El rostro de una mujer hermosa que come una flor frente a cámara, es la primera imagen con la que se enfrenta el público mexicano al cine del chileno Alejandro Jodorowski. La cinta es Fando y Lis. El póster, la mencionada mujer con patas de araña en vez de piernas, abiertas entregándose a un hombre. El mito: su presentación en el Festival de Cine de Acapulco, donde se amenazaba un portazo por parte del público que moría por estremecerse ante su propuesta anticonvencional, y en el que los cuchicheos hablaban de una cinta tan inmoral que ofendería a la nación completa. Cuenta don Francisco Sánchez, el maestro de la crítica y el guión, que debido a esto, el gran cineasta mexicanista Emilio “Indio” Fernández llegó a esa función dispuesto a balacearlo en nombre de la moral de la nación y que fue el verbo del maestro chileno lo que le detuvo.
Las anécdotas alrededor y en las filmaciones de sus películas (entre muchas otras, el que una actriz se quedó en el “viaje” en una de sus filmaciones) son joyas de la tradición oral sobre el cine en México. Obras pánicas, creadas alrededor del mito del dios Pan (aquel dios de la fertilidad y la sexualidad masculina que representa también las emociones y los deseos que yacen escondidos en la psique humana), sus películas no permiten hablar en detalle de ellas, y no es que no lo ameriten, sino que las suyas son imágenes fuertes, sorprendentes, difíciles de narrar y con más de un truco en su haber. Son imágenes mágicas: es decir, cinematográficas en estado puro.
Su sello en su paso por México será el escándalo, eclipsando así una visión extranjera e hiperestilizada fascinada con la grandiosidad del paisaje mexicano y sus personajes: desnudez, enanos grotescos, pedazos de humano, cerdos naciendo entre las piernas de una mujer, un árbol de gallinas muertas, vestigios de chili-western, violaciones, provocaciones fascinantes, inmolaciones, superstición, fetichismo, esoterismo para iniciados… una lista interminable de situaciones que harían despertar en shock a la sociedad mexicana que en ese momento se debatía entre el culto al mexicano rural como reducto de inocencia, y los que necesitaban la modernidad y se debatían por acabar con las ideas dinosaurio que habrían de aplastarlos en 1968.
Pero habría que leer una frase suya para entenderlo todo: “Lo que imagino con gran placer son todas esas horribles conmociones de lo no manifestado al crear el universo. Quizá algún día te vea temblar, convulsionarte, agrandándote y empequeñeciéndote hasta que se abra tu boca y de ella salga el mundo, escapando de esa ventana como de un río que habrá de inundar la ciudad. Entonces, empezaremos a vivir.”
La magia en cine y en escena le habría de perseguir: después de Fando y Lis le sigue un western fascinante que hipnotizó sobre todo al público neoyorquino: El topo, mismo que provocó la adoración de John Lennon, quien se ofreció como actor para el próximo proyecto de Jodorowski, quien lo rechazó por las reticencias del inglés a enseñar el trasero; y que logro que la influyente crítica americana Pauline Kael se pusiera a sus pies. He aquí un fragmento de su crítica sobre El topo: “Apilando elementos de fábulas occidentales y el simbolismo católico con el género western de los hombres sin nombre, Jodorowski crea una mitología de cómic. Al jugar promiscuamente con estas ideas- pensamientos, enigmas y símbolos del sufrimiento humano- las resonancias se engrosan y confunden tanto que el juego deja de ser teatral para volverse laberíntico, “profundo”: una obra maestra.". Posteriormente La montaña mágica –situada en las torres de Satélite- habría de conjurar la conquista de México a través una lucha sangrienta de lagartos sobre una maqueta de Tenochtitlan en el Zócalo y la visión de Dios a través de un maravilloso zoom final.
Después vino la separación del cine: por diferencias profesionales, Jodorowski pierde a su fotógrafo, el mexicano Rafael Corkidi –verdadero coautor de sus imágenes alucinadas- y sus filmes nunca lograrán llegar a ese bellísimo alucine estético que propuso en los 70. Otro pleito con su distribuidor evita que Jodorowski tenga acceso a su filmes y que estos se puedan ver. En México sólo se siguieron difundiendo gracias a unas copias medio cuatrapeadas de cine que se exhibían en los cineclubes de la UNAM y la piratería en vida. Gracias a Tarántula Films ahora podemos reapreciarlas cuan fantásticas son en DVD´s remasterizados.
Quizá la película edípica de Jodorowski en los 80´s, Santa Sangre, contenga a una tatuadísima cuan malévola Thelma Tixou, así como la inquietante ceremonia funeraria de un elefante. Quizá una obra de teatro suya, El juego que todos jugamos, logre eternizarse por lustros en la escena mexicana. Pero el Jodorowski del cine de los 70 ya había desaparecido y se encontraba ya en otra parte: trasladando la magia del tarot al plano sicológico-terapéutico y dando a luz a la sicomagia… Pero eso, es otro tema digno de la pluma experta de algún compañero de esta revista.
Sumergirse en el trabajo cinematográfico de Jodo (como le dicen los cuates) es abrir una serie de puertas de percepción a las que no nos da acceso un cine comercial, común y corriente. Lo importante es dejarse llevar por esta marea impresionante, no exigirle a la razón el encargarse de sus extrañas líneas narrativas y mirar con ojos inocentes la inundación sensorial que nos propone. ¿Místico profeta, impostor, o qué? No importa, las ideas de Jodo y la fotografía de Corkidi nos llevarán de la mano por un camino de sueños impresionante.
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